En La chica de la lámpara, la dramaturga catalana Marta Arán pone el foco, literal y metafóricamente, sobre uno de los temas más silenciados de la experiencia femenina: la ambivalencia frente a la maternidad. Con una puesta tan cuidada como punzante, la obra dirigida por Manuel Vignau se presenta en El Excéntrico de la 18 y propone al espectador un recorrido por el lado B del mandato materno, con crudeza, ironía y sensibilidad.
La protagonista es Alba, una curadora de arte contemporáneo que queda embarazada en un momento decisivo para su carrera. Lo que en otro contexto podría parecer una buena noticia, aquí se transforma en una tensión latente: el embarazo se vuelve obstáculo, freno, contradicción. A su alrededor orbitan otros personajes que representan distintas formas de vincularse con el deseo y la autonomía: una pareja que aprovecha su rol de hombre en la sociedad para cumplir con el deseo de ser padre sin tener que poner en pausa su carrera, una hermana que trae el pasado a la memoria y una compañera de trabajo que refuerza mandatos y hace crecer la competencia entre ellas.
Pero lo más poderoso de La chica de la lámpara es cómo convierte esa discusión íntima en una puesta escénica provocadora. La figura de Alba se desenvuelve con la metáfora de una lámpara: refleja el modo en que las mujeres son iluminadas, observadas, transformadas en objetos de contemplación o consumo, incluso dentro de círculos progresistas como el arte. ¿Quién decide cuándo una mujer se enciende o se apaga? ¿Qué pasa cuando no desea alumbrar a nadie más que a sí misma?
Arán no teme poner en boca de sus personajes frases incómodas, incluso brutales. Y lo hace sin caer en el morbo ni en la victimización. El texto se mueve con agilidad entre el humor negro, la ternura y la crítica feroz a los discursos que idealizan la maternidad. La obra interpela desde ese lugar incómodo en el que el deseo propio choca con el deber ser. Esto, acompañado de una fuerte presencia escénica de los actores, sobre todo la de Antonella Jaime (Alba), que con su actitud avasallante encarna a la perfección el dolor de aquella mujer sometida a las presiones sociales y familiares.
MÁS INFO
La chica de la lámpara no da respuestas fáciles ni ofrece finales felices. Pero en tiempos en los que la maternidad todavía se narra desde el sacrificio o la realización absoluta, esta obra se atreve a encender otra lámpara: una que ilumina el derecho a dudar, a incomodar, a decidir.
Información de La Chica de la lámpara
La obra se encuentra en el cartel del Excéntrico de la 18 (Lerma 420, Villa Crespo, CABA) los sábados a las 22:30 horas. Las entradas pueden reservarse por Alternativa Teatral o bien en la boletería del teatro.