Un fútbol que emociona, pero juega poco

La final del domingo va a ser inédita. Con grandes triunfadores y dos clubes que hicieron méritos para llegar a la final.

27 de mayo, 2025 | 00.05

La final del domingo, Huracán-Platense en Santiago del Estero, será inédita. Platense jamás ganó un título de Liga, tampoco una Copa. Y Huracán ganó en 1973 su único título de Liga de la era profesional (iniciada en 1931), a lo que suma otros cuatro de la era amateur. El del ’73, sabemos, fue aquel campeón brillante que dirigió César Menotti, con René Houseman, Miguel Angel Brindisi, Carlos Babington y Coco Basile líderes en la cancha, mucha JP en las tribunas y en la sede David Bracuto, un presidente médico de la Unión Obrera Metalúrgica, la UOM de Lorenzo Miguel. Izquierda y derecha peronista en el Ducó. Argentina años ’70. 

No debería sorprendernos esta nueva final inédita. En las principales Ligas del mundo, ganan casi siempre los mismos. Bayern Munich en Alemania, PSG en Francia, Barcelona en España (la alternativa es Real Madrid, claro), Liverpool (con pocas Ligas pero siempre entre los grandes en Inglaterra) y Napoli como posible excepción en Italia, aunque el ex equipo de Maradona, especialmente tras el paso de Diego, es el poder siempre menos arrogante del Sur. Ganó su duelo por la punta contra Inter, que terminó segundo y fue el mejor representante de un Norte siempre más opulento, pero que clasificó agónicamente a Champions a Juventus y dejó a Milan sin  nada, y con sus hinchas furiosos contra la gestión Made in USA que comanda Paul Singer, el Fondo Buitre que demandó años atrás a la Argentina por el pago de la deuda. “Yankis go home”. 

En Argentina, es cierto, pese a momentos de rachas negativas, sigue el dominio histórico de River y Boca, pero la lista de campeones de las últimas décadas es mucho más variada. Y es una diversidad que crece con esta nueva final Huracán-Platense. Los demás deportes cambiaron reglamentos obligados a más espectáculo para seducir a la TV. El fútbol no. Cambió poco respecto de sus competidores. Se siente más poderoso. En el fútbol, las diferencias entre el poderoso y el débil se pueden atenuar aún más en un partido único, como en los play offs del Apertura. En ese “atraso” radica justamente parte de la fascinación del fútbol.
  
Tenemos dos modos de interpretar lo que sucede con nuestra pelota criolla. Ese fútbol al que, según dijo alguna vez riéndose Claudio “Chiqui” Tapia, presidente de la AFA, no deberíamos buscarle explicación, sino simplemente “disfrutarlo” (y sin críticas, claro). Por un lado, podría decirse que nuestra pelota es más democrática. Y que esa ilusión de casi todos de ganar el título, ante tanta paridad, alimenta sueños de campeonato para muchos y no para pocos. Pero también podemos mirar el fenómeno desde otro ángulo y ver un juego que sigue en crisis eterna. Porque tenemos treinta equipos en Primera, porque jugamos torneos cortos, porque jugamos play off a partido único y porque jugamos cotejos que, en promedio, tienen apenas cincuenta minutos de juego neto. Es decir, hay un tiempo que sigue sin jugarse. El peor promedio entre las principales ligas del mundo (Brasil tiene también repartición democrática y con solo veinte equipos, pero, es cierto, con un país más federal, regiones poderosas que forman equipos poderosos, para competirle de igual a igual a Sao Paulo y a Río).   

 A su vez, es difícil, sino imposible, no haber sentido aquí empatía cuando Huracán fue obligado a jugar contra Central en Rosario en cuartos de final sin que le dieran tiempo de descanso luego de haber disputado Copa Sudamericana. También emocionó el avance de un San Lorenzo devastado institucionalmente por un presidente filmado cuando se guardaba dólares en el bolsillo y que ayer tuvo que ser echado del Nuevo Gasómetro porque pareciera vivir en su mundo propio, ajeno al rechazo masivo contra él. Fue notable la reconstrucción que hizo Julio Vaccari en Independiente. ¿Pero cómo no emocionarse todavía más con Platense, cuando el martes pasado eliminó a River en el Monumental? Superó no solo su condición de visitante ante un rival que lo quintuplica en cotización de plantel, sino que avanzó ante todo pese al pésimo arbitraje de Yael Falcón Pérez, el juez al que el capitán Ignacio Vázquez jamás quiso mirar a la cara, un gesto de dignidad que hace tiempo no veíamos en nuestras canchas. “Heladera vacía y dignidad”, podría ser el lema de Platense. Todos emocionan (el mismo efecto que busca un Boca desesperado al decidir la vuelta de Miguel Russo). Y la emoción, está claro, forma parte ineludible del fútbol. Pero también está el juego. Y la pelota sufre