Cómo sobreviven las pizzerías a la crisis: las familias no repiten gaseosa ni piden entrada

Sin gustos extravagantes y pidiendo lo justo, los argentinos recurren a pizzerías y bodegones para darse un gusto en momentos críticos.

11 de julio, 2025 | 18.41

El sector gastronómico es uno de los más golpeados por la crisis económica, ahogado por el desplome del consumo y el aumento de cierres de establecimientos comerciales. Sin embargo, mientras comer fuera de casa parece transformarse en una hazaña, un clásico argentino todavía resiste a convertirse en víctima de Javier Milei: las pizzerías.

Aunque las familias no se comportan como en otras épocas, la pizza sigue siendo un refugio popular para que las familias puedan sentarse en la mesa a compartir una comida fuera del hogar. Sin repetir gaseosa, sin gustos extravagantes ni pedir entradas para picar, los argentinos recurren a pizzerías y bodegones para darse un gusto.

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Desde la Asociación Argentina de Pizzerías y Casas de Empanadas (Apyce) señalaron que "en tiempos de baja de consumo, por lo general el cliente, el comensal, busca locales donde la comida pueda compartirse y le sale mucho más económico". Por eso se pude hablar del ascenso de los bodegones, donde las comidas son "abundantes" y pueden "compartirse las milanesas, las pastas, comidas que aparte son más económicas", remarcaron.

"Por eso también la pizza y la empanada resisten la crisis mucho mejor que lo que podría pasar con los restaurantes finos, los restaurantes de mejor nivel, que además de vivir de un público de poder adquisitivo alto, vive del turismo que también hoy escasea", explicaron a El Destape. En sus locales, aún siendo económicos, afirmaron que "se da la situación en donde, aún viniendo, a la gente le gusta seguir saliendo, pero consumen menos, quizás no se dan el gusto de tomar la segunda gaseosa, comparten la bebida, no piden una entrada y van directamente a la pizza sin pasar por la empanada o la faina como entrada mientras esperan la pizza". Y agregaron: "No piden postre, no van a pedir un vino fino. Eso hace que el promedio reduzca su valor".

El gastronómico "por lo general lo que hace es no trasladar a precios el aumento de insumos o salarios que está padeciendo, que no es grande, pero que mes a mes uno mantiene los precios durante 6 meses, es casi un 10% de quita en la rentabilidad. ¿Por qué? Porque en la baja de consumo no sería coherente responder a un aumento de precios más allá que los costos hayan aumentado. Eso genera una baja en la rentabilidad y en unos casos directamente la anulación de la misma", apuntaron desde Apyce.

Comer afuera es cada vez más caro y corren riesgo hasta las facturas

Según datos de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (AHRCC); el consumo cayó 20% desde marzo, tras la usual baja de actividad durante el verano. El atraso cambiario, la consecuente caída del turismo y un menor poder adquisitivo explican el panorama crítico.

El economista Néstor Margariños sostuvo en su cuenta de la red social X que al observar los datos de la última década, "comer afuera está en un máximo histórico". El presidente de AHRCC, Daniel Prieto, expresó su preocupación por los altos costos y soslayó el incremento en la cantidad de locales en venta, sobre todo en los barrios porteños de Puerto Madero, Palermo y Recoleta.

Pero cruzando de jurisdicción, ahora corre peligro hasta ir a la panadería del barrio a comprar una docena de facturas. Los centros de panaderos de la provincia de Buenos Aires agrupados en la Cámara de Industriales Panaderos (CIPAN) alertaron por los riesgos que corre en las panaderías de barrio la elaboración de facturas.

"La realidad es que los panaderos estamos pensando en dejar de elaborar facturas por los altísimos costos de producción que implica y porque las ventas siguen cayendo", explicó Martín Pinto, presidente del Centro de Industriales Panaderos de Merlo. Con los precios actuales de las materias primas, una docena de facturas "debería venderse entre los 18 mil y 25 mil pesos", señaló.

Al describir el aumento de costos del sector, Pinto precisó: "Hace tres meses, el cajón de huevos estaba entre los 40 mil y los 45 mil pesos, y hoy ya pisa los 100 mil pesos. Una caja de grasa que valía 35 mil pesos y ahora nos la venden en 98 mil pesos, o la margarina a 120 mil pesos". Y alertó: "No se puede más así. No vendemos pan, facturas, trotas. La panadería va a desparecer".

Así las cosas, entre ingenio y supervivencia, los argentinos resisten como pueden a la imposibilidad de disfrutar de un tiempo fuera de casa, incluso en uno de los peores momentos para el bolsillo.