Argentina tiene paisajes increíbles que se pueden apreciar incluso durante los viajes en rutas nacionales. Una de ellas cuenta con una espectacular vista entre dos ciudades históricas del sur nacional que es ideal para aprovechar en un viaje de fin de semana o vacaciones.
La ruta con paisajes espectaculares para viajar
La Ruta de los Siete Lagos, un tramo escénico de aproximadamente 107 kilómetros que conecta San Martín de los Andes con Villa La Angostura, va más allá de una clásica escapada patagónica. Este trayecto, considerado uno de los más bellos del país, se convierte en una experiencia sensible: cada curva abre un escenario diferente, desde aguas turquesas hasta bosques antiguos que invitan a detenerse y caminar sin prisa. Para aquellos que buscan reconectar con la naturaleza de verdad, este camino ofrece una pausa significativa, no solo un paso de tránsito.
Los siete lagos que componen el recorrido -Correntoso, Espejo, Escondido, Villarino, Falkner, Machónico y Lácar- son el corazón palpitante de este corredor escénico. Sus aguas cristalinas reflejan cerros flamantes y cielos cambiantes, y cada margen cuenta su propia historia: una senda ideal para hacer trekking suave, sacar fotografías que parecen pintadas o incluso lanzarse en kayak al amanecer. En muchos casos, esa sensación de que podés sumergirte en una postal es real.
Además del paisaje, lo que hace excepcional esta ruta es su vibración pausada, casi meditativa. Los bosques de coihues, la dominio absoluto del silencio interrumpido apenas por el canto de aves o el paso suave del agua permiten respirar hondo y sentir. No importa qué tanto se planifique, siempre hay una curva menos transitada desde donde detenerse a contemplar o simplemente a estar. Esa calidad contemplativa la convierte en algo más que un viaje.
La Ruta de los Siete Lagos también honra su condición de joya patagónica conectada a la mítica Ruta Nacional 40. Quienes salen desde San Martín pueden extender el viaje hacia el sur y sumarse a sectores tranquilos de la 40, con zonas de camping, miradores sin carteles ni multitudes, y lenitivos paisajes que solo encuentra quien se permite el lujo de frenar un poco. Aquellos les gusta dilatar el viaje, saben que este corredor es una breve catedral natural en medio de la Patagonia.