El castillo medieval de la Ruta 3 que surgió como fábrica de lácteos, fue una bailanta, una parrilla libre y ahora resiste para no ser vendido

Tiene tres pisos de altura en su parte más grande, una torre con dos más y una chimenea mucho más elevada. Llama la atención por su arquitectura medieval, pero detrás esconde múltiples historias. Por qué quieren comprarlo y quiénes defendieron que siga existiendo.

01 de agosto, 2025 | 11.21

En la zona de Cañuelas, donde se cruzan la Ruta 3 y la 205, se erige un castillo de estilo medieval bastante derruido que esconde una historia de casi 100 años. De hecho, el monumental edificio fue inaugurado por un empresario francés que luchó en la Primera Guerra Mundial y allí concibió su empresa que se dedicaba a la elaboración de alimentos deshidratados: FINACO S.A.. En la década del 50, luego de un proceso de expropiación iniciado durante el gobierno de Juan Domingo Perón, se convirtió en IMFASA, una firma que quedó a cargo del empresario alemán Guillermo Woters dedicada a la importación y fraccionamiento de películas fotográficas que se vendían bajo la marca Wena. Allí se produjeron hasta los rollos de película que usaba la famosa fotógrafa Annemarie Heinrich. También cerró para luego convertirse en un espacio para exhibir autos clásicos, una parrillada libre, más adelante una bailanta, hasta quedar totalmente abandonado. Hace unos años se colocó en venta y entonces se presentó un proyecto de ley que se encuentra en el Senado para salvarlo: la idea es construir un polo judicial. Mientras tanto como una forma de “custodiarlo”, allí vive una familia con varios integrantes.

“En la Cámara de Diputados el proyecto se aprobó en todas las comisiones por las que pasó. En el ínterin se acordó con la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires que se haría cargo de los fondos de la expropiación del castillo, Entonces los gastos de la construcción corren por cuenta del máximo tribunal de la justicia bonaerense y, además, se realizará un convenio para construir un polo judicial, de seguridad y de tránsito”, le contó a El Destape Ayelén Rasquetti, diputada de la Tercera sección electoral de la provincia de Buenos Aires, que propuso el proyecto de ley a instancias de la intendenta de Cañuelas, Marina Fassi.

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Asimismo, la legisladora de Unión por la Patria explicó la falta de celeridad para concretar su propuesta: “En estos momentos el proyecto se encuentra en el Senado, el tema es que en la Cámara Alta hace tiempo que toda actividad que se desarrolla es en sesiones extraordinarias, no ordinarias, por eso no se pudo tratar el tema todavía porque todas las sesiones fueron para la designación de jueces y otras cuestiones relacionadas”.

Y continuó: “Una vez que se aprueba el proyecto de expropiación, se pasa la instancia de juicio de expropiación. Además, hay que darle un lugar donde vivir a las personas que están ahora allí. A nosotros nos preocupa eso, sé que si fuera un gobierno neoliberal los hacen sacar con la policía en unos minutos. Y después de toda esa instancia, hay que comenzar con las reformas que necesita el edificio, teniendo en cuenta que será un espacio que atienda problemáticas diversas. Así que el tema técnico me excede, pero van a pasar varios años hasta que se concrete”.

La historia detrás de un castillo con varios reyes que reclaman por su posesión

En estos momentos no hay pedido de desalojo ni de parte del municipio de Cañuelas ni tampoco de quienes dicen ser los dueños del castillo. No obstante, lo que sí sucede ahora es que hay varios que se adjudican su poder. “Hay una persona que dice que es heredero (Corsi), y después hay muchas otras tantas que realizaron un acta de posesión ante una escribanía y la presentaron en el Registro de la Propiedad”, acota Rasquetti ante El Destape

“Gustavo Ayala, un exempleado del recordado tenedor libre; Claudio, otro comerciante que se dedica a la venta de macetas; y el dirigente político Dante Franchini, responsable de una parrilla que funcionó en el edificio durante un tramo de la pandemia”, enumeró en una nota el medio local InfoCañuelas, del 30 de mayo de 2024, a quienes reclaman por su posesión.

No obstante, el edificio fue comprado a mediados de los 80 por la firma Napoleón S. A. que integraban el empresario Néstor Santiago Corsi y su esposa, de nacionalidad paraguaya, Nilda Aquino Arzamendia. Tras la disolución del matrimonio el edificio quedó en poder de Aquino y actualmente lo administra su hijo, Martín Corsi, que en la actualidad lo colocó a la venta a través de la plataforma Remax que tazó sus 5710 m² totales por 3,8 millones de dólares.

El Chaqueño (Ayala) y sus familiares están ahí hace mil años. Fueron empleados de Corsi cuando tenía el tenedor libre y luego trabajaron con Magallán en la bailanta. Yo estoy hace como veinte años. Gracias a nosotros se impidió que se metiera gente. Hemos hecho varias denuncias para impedir que lo tomaran. Si no fuera por nosotros eso sería un monoblock usurpado, una villa en la entrada de Cañuelas”, afirmó en el medio local Dante Franchini, que integró espacios políticos tan dispares como los de Sergio Massa, Luis Patti y Miguel Ángel Pichetto.

Un soldado en la Primera Guerra Mundial que luego exportó novedosos productos en la Segunda desde Argentina

Gustavo Eugenio Artaux fue quien colocó, en 1932, la primera piedra para que se construyera el mito del castillo ubicado a 60 kilómetros de CABA. Aunque en rigor, la estética medieval llegó mucho más adelante. El fundador de FINACO, nació el 30 de diciembre de 1886 en Chassey Les Montbozon, Francia. El empresario del rubro de alimentos llegó a Argentina a principios del siglo XX,  tras egresar de la Escuela de Comercio de Francia. Casado con Yeannette Epaillard, tuvo un hijo, llamado también Gustavo, y tres nietos: Susana, Luis Roberto y Gustavo Enrique.

En 1912, fundó su empresa en la zona de Cañuelas con la que comenzó a elaborar alimentos, aunque su actividad se vio interrumpida porque se sumó a las tropas francesas durante la Primera Guerra Mundual. Tras su regreso, en simultáneo con su rol empresarial, también desempeñó varios cargos ejecutivos en el sector financiero privado. De hecho, Artaux fue director del Banco Francés del Río de la Plata desde 1929 y vicepresidente del mismo desde 1947; miembro del directorio de la compañía de Seguros Generales "El Cóndor" desde 1925 y vicepresidente desde 1951, entre otros tantos puestos que ocupó.

En 1947, FINACO S. A. fue intervenida por la Dirección Nacional de Industrias del Estado (DINIE) creada por Juan Domingo Perón, lo que produjo su definitivo declive. La planta de Cañuelas reabrió con el nombre de IMFASA (Industria de Materiales Fotográficos Argentinos Sociedad Anónima Comercial e Industrial y Mandataria) bajo el control de Guillermo Woters, un empresario vinculado al peronismo. En ese segundo período se dedicó al fraccionamiento de placas radiográficas y películas fotográficas que se comercializaban bajo la marca Wena. En 1966, según la información proveía a El Destape desde el área de Cultura del Municipio de Cañuelas, Artaux falleció a los 80 años.

Luego se produce un vacío temporal, al que le faltan precisiones, aunque también es certero afirmar que la planta estuvo parada varios años, hasta que comenzó el derrotero en diversos rubros comerciales que culminó con el abandono y la posterior puesta en venta del peculiar inmueble.

Expropiación, golpe de Estado, devolución y películas

El momento más álgido de la empresa FINACO fue durante la Segunda Guerra Mundial. En ese entonces, exportaba leche y huevos a Europa. En aquel período llegó a tener 400 empleados y comercializaba más de 80.000 litros diarios de leche y de 70.000 a 80.000 docenas de huevo. Luego produjo dulce de leche bajo la marca Che Roga, mate cocido con leche Yerbalet y Matelet, té en hebras, dulce de batata, dulce de membrillo, jaleas, mermeladas y cacao. E incluso, en la década de 1950, incursionó en productos medicinales naturales con marcas como Lactofin, Acitrinol, Aciberol, Digesterol y Fibaber.

La expropiación se concretó a través de una disposición nacional que determinó que las fábricas lácteas debían hallarse alejadas a más de 100 kilómetros de la Capital Federal. Un hecho un tanto polémico ya que La Martona estaba ubicada a 40 kilómetros y permaneció allí. Diversas publicaciones que analizaron este período tampoco se atreven a afirmar que había una enemistad declarada entre el peronismo y el empresario. Más allá del análisis en cuestión, la empresa abandonó Cañuelas y se mudó a Trenque Lauquen. El castillo quedó a cargo del empresario alemán Guillermo Woters y se dedicó a la importación y fraccionamiento de películas fotográficas que se vendían bajo la marca Wena.

Luego, con el Golpe de 1955, el gobierno de facto suspendió sus actividades pero en  1961, dentro del Pacto Perón-Frondizi (que llevó a este último a la presidencia), el primer mandatario levanta varias interdicciones (prohibición o privación de un derecho impuesta por la autoridad judicial), que el régimen de Pedro Aramburu estableció sobre organismos, empresas, personas y bienes asociados al gobierno derrocado; y privatiza una gran cantidad de empresas que habían quedado en manos del Estado.

La flamante firma nacional, importaba películas fotográficas alemanas para venderlas fraccionadas bajo la marca Wena. Así las cosas, volvió a funcionar tras un lapso de 6 años parada, aunque, en 1965, las variables económicas combinadas con algunas decisiones empresariales hicieron que la compañía terminara presentando la quiebra.

De alimentos deshidratados, dulce de leche, hasta películas, autos clásicos, tenedor libre y una bailanta

Sin dudas que los novedosos productos deshidratados de Artaux fueron los que propiciaron los años de esplendor del castillo. La etapa siguiente no fue menos interesante, aunque cambió de rubro por completo y se destacó sobre todo por su conexión con el mundo artístico mundial. De hecho, la reconocida fotógrafa y retratista Annemarie Heinrich, era amiga de Woters, su dueño, y tuvo un local comercial en Buenos Aires donde se promocionaba las películas Wena procedentes de Cañuelas. Heinrich se especializaba en retratos y desnudos, y pudo fotografiar a las estrellas del cine nacional, sus trabajos pueden verse en distintos museos y fue declarada Ciudadana Ilustre de Buenos Aires.

En 1965, IMFASA cierra y ahí viene un profundo bache de actividades por 20 años y un abandono consecuente. En ese sentido, el próximo mojón temporal aparece en 1986. En ese entonces, Néstor Corsi, propietario del salón “La Biela” de Ezeiza, donde exponía autos clásicos y otros elementos de la industria automotriz, quería hacer lo propio en Cañuelas. Asimismo, él fue quien le dio la impronta de castillo medieval al edificio.

La intención del empresario vinculado al menemismo, era crear el principal museo de autos clásicos de América del Sur con exposición de distintos modelos. Incluso planificó una cadena de montaje de un Ford T similar a la que ideó Henry Ford en Estados Unidos. El proyecto fue anunciado en 1989 y si bien hubo algunos avances, no prosperó por problemas familiares.

A mediados de los 90, pintaron con azul el número “3,50″ repetido en todo el perímetro del edificio (que aún queda algún vestigio de la inscripción) e inauguraron un tenedor libre con un precio diferencial. De hecho, comer sin límites costaba casi la mitad del valor promedio de la Capital Federal.

El tenedor libre de los Corsi se volvió el elegido de los camioneros que recorrían la ruta nacional 3 y, también, un punto de encuentro para estudiantes del secundario de la zona, que celebraban allí sus comidas de fin de año y cumpleaños de quince. Dato corroborado con la diputada Rasquetti. Allí también existió una bailanta  a cargo de Ricardo Magallán, un empresario de la noche reconocido en la zona que ya falleció. Y, finalmente, en un pequeño fragmento del derruido edificio una parrillita en la pandemia.

Con todo, para cualquier viajero o pasajero ocasional, la presencia de la edificación es insoslayable. Tiene tres pisos de altura en su parte más grande, aunque también existe una torre con dos más y una chimenea mucho más elevada todavía, su estética medieval sorprende y suscita mucha curiosidad. De hecho, recorrer su interior es una excursión arriesgada (porque hay algunas zonas poco seguras), pero también muy atrapante. Consecuentemente, adentro está plagado de recovecos, columnas de un volumen importante, desde sus ventanales también se puede valorar la construcción desde otra perspectiva y hasta con cierto vértigo. También tiene una terraza a la que se puede acceder con una escalera colocada por fuera en la que se puede admirar el campo, el ferrocarril y la entrada de Cañuelas.

Ahora su futuro solo depende del destino, atado en buena parte a quienes conducen el Estado en la actualidad. Con todo, la historia de los cientos de trabajadores, miles de comensales, las anécdotas de los lugareños, los mitos urbanos, las imágenes rutilantes de las estrellas del cine, ya conformaron un mito que traspasará los tiempos.