El nombre de Ricardo Barreda continúa generando interés aún después de su muerte. El ex odontólogo, conocido por el femicidio cuádruple que cometió en La Plata en 1992, dejó instrucciones precisas sobre cómo quería ser recordado. Su tumba en el cementerio municipal de José C. Paz refleja ese último deseo con un epitafio que llamó la atención por su contenido y simbolismo.
El mensaje que eligió Ricardo Barreda para su tumba
En la cruz que señala su lugar de descanso se puede leer: “Arrepentido de mis pecados cometidos”. Esa frase fue dictada por el propio Ricardo Barreda antes de morir y representa su última voluntad. El encargado de cumplir con esta disposición fue Pablo Marti, escritor y actor que se convirtió en su biógrafo y acompañante en los últimos años de vida.
Marti fue quien organizó los detalles de la cruz y del mensaje, a partir de las conversaciones que mantuvo con el ex odontólogo en el geriátrico donde estaba internado. Según relató, Barreda hablaba de la muerte con naturalidad y aseguraba que llegaría a los 85 años, algo que terminó cumpliéndose.
Las últimas charlas y el deseo de Barreda
Durante su estadía en el geriátrico de José C. Paz, Ricardo Barreda alternaba momentos de lucidez con períodos de desorientación. En sus instantes más claros compartía reflexiones sobre su vida y la certeza de que el final estaba próximo.
En esas conversaciones expresó también su deseo de ser cremado y que sus cenizas fueran esparcidas en la cancha de Estudiantes de La Plata, el club de sus amores. La relación con Pablo Marti le permitió transmitir esas voluntades, que en parte se concretaron tras su muerte.
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La soledad en sus últimos días
El 25 de mayo de 2020, Ricardo Barreda falleció a causa de un infarto mientras estaba internado. Sus últimos años estuvieron marcados por el aislamiento y la ausencia de vínculos cercanos. En la funeraria donde trasladaron sus restos fue colocado en un ataúd económico, dentro de un depósito con cajones vacíos.
El entierro estuvo habilitado para recibir hasta cinco personas, pero finalmente nadie asistió. La escena reflejó la distancia definitiva entre Barreda y su entorno familiar, especialmente después de los crímenes que lo condenaron al rechazo social y al olvido.
El epitafio como legado final
La inscripción en su tumba es interpretada como un intento de reconciliación espiritual en los últimos días de vida. La frase “Arrepentido de mis pecados cometidos” sintetiza un mensaje que contrasta con la imagen pública que dejó tras los femicidios de su esposa, sus dos hijas y su suegra.
El epitafio de Ricardo Barreda funciona como una confesión póstuma, inscripta en la cruz que ahora marca su sepultura. Para algunos se trata de un gesto de arrepentimiento sincero; para otros, de un recurso tardío que no modifica lo que sucedió. Lo cierto es que la tumba de Barreda se convirtió en el último capítulo de una historia que continúa siendo recordada en la sociedad argentina.