Julio Chávez: los desafíos de habitar un cuerpo obeso, su película censurada, qué opina del cierre del Instituto Nacional del Teatro y de los programas de chimentos

El actor Julio Chávez habla de su nuevo desafío actoral en La Ballena en un mano a mano con El Destape. Además, opina de actualidad político cultural, recorre trabajos resonantes de su filmografía y episodios de su presente en los medios.

28 de mayo, 2025 | 12.29

La Ballena, obra de teatro llevada al cine por Darren Aronofsky en 2022 que le valió un Óscar por Mejor Actor a Brendan Fraser, tiene su primera representación en Buenos Aires y Julio Chávez fue elegido para encarnar a Charlie, un profesor de literatura que sufre de obesidad mórbida y que trata de reconectar el vínculo con su hija. Chávez no vio la película -“no la voy a ver”, afirmó, tajante, en un mano a mano con El Destape- para evitar sugestiones, aunque sabe que la comparación es inevitable, y construye a su Charlie desde la empatía y la humanidad, enfrentándose al reto actoral de habitar un cuerpo obeso en la conmovedora adaptación de Ricky Pashkus que puede verse en el Paseo La Plaza.

“Actuar le compete a los seres humanos. Nosotros nos educamos aprendiendo a hacer escenas. Encontrar este oficio fue una salvación para mi naturaleza, mi humanidad, mi temperamento y mi gusto por vivir. La ficción es el lugar donde mejor me relaciono con mi humano y con el humano”, remarcó el actor en una entrevista en la explica los desafíos de su nuevo personaje, opina de actualidad político cultural, recorre trabajos resonantes de su filmografía y episodios de su presente en los medios.

¿Cómo hacés para que la historia dolorosa de Charlie no te afecte a nivel emocional?

- A mí me produce alivio poder estar en su carne, no me produce una carga emocional que me dañe. Nunca he tenido una experiencia en la que lo que le pasa al personaje me afecte a ese nivel, aunque entiendo que es algo que puede suceder. Yo diría que ser actor es alejarte un poco de tu morada y viajar hacia la experiencia de lo humano. Creo que, sin lugar a dudas, debo tener mucho dolor que no tiene mucho lugar donde repartirse y entonces, en la situación de la ficción, es algo alivianador. Si logro un poco de lo que pretendo como intérprete, el alivio es mi premio.

 ¿Qué sensación te produjo verte por primera vez frente a un espejo con las prótesis para simular un cuerpo obeso?

- Por supuesto me impresiona un poco, pero he tomado la decisión de no mirarme mucho y evitar pasar por un espejo para no quedarme atrapado con esa imagen. Eso lleva su complejidad. Cuando me ayudan a ponerme el traje y quedo encapsulado me paso unos 2 minutos de serenidad, porque es toda una experiencia entregarse a esa situación de encierro y de lo que te pesa lo que abarcás… de hecho, yo no me puedo levantar con facilidad.

Julio Chávez como Charlie, el protagonista de La Ballena.

¿Sentís que es una imagen que puede generar tanto empatía como rechazo?

- Yo cambiaría la palabra rechazo y pondría extrañeza, porque siento que lo que produce son preguntas del tipo “¿cómo llegó a ese estado?, ¿cómo se dejó estar así?, ¿es algo psicológico o es físico?”. Hay un misterio ahí que produce una barrera por la cual no podés terminar de entrar y entender ese cuerpo que es humano. Eso me parece que es atractivo como asunto y no le pertenece a la obesidad mórbida, sino que es parte de la naturaleza humana que, para mí, siempre contiene las preguntas sobre cómo es que somos lo que somos y qué es lo que determina que un ser humano actúe de determinada forma. Somos muy extraños.

Cuando se conoció que ibas a protagonizar La Ballena una de las primeras críticas vino de los participantes de Cuestión de Peso, quienes habían mostrado preocupación por el abordaje del personaje ya que en el cine se lo representó como una persona no merecedora de amor.

- Sí, me llegó algo de esa información.

¿Harías una función de La Ballena para los participantes de Cuestión de Peso?

- No. Me parece que es público y pueden venir encantados a ver la obra, pero no haría una función solamente para ellos porque la obra no está dirigida a la obesidad. El autor de la obra eligió contar la complejidad humana a través de un obeso. Si fuese por eso, si hiciera una obra sobre un pizzero, tendría que invitar a toda la sociedad de pizzeros. ¿Por qué voy a excluir gente como un hecho selectivo? Mi idea con la obra es incluir. En el espectáculo estamos muy atentos de que no haya ningún tipo de manejo extraño en relación al abordaje de la obesidad.

La Ballena, elenco completo junto al director Ricky Pashkus.

¿Cómo sería eso?

- Tomamos decisiones como, por ejemplo, no mostrar mucho la comida y no mostrar determinadas cuestiones de la obesidad de manera exagerada, para no apartarnos de la posibilidad de incluir. Ahora bien, cuando un espectáculo sale a la calle y cuando un humano sale a la calle tiene que saber que está expuesto a ser rechazado y enjuiciado porque así vivimos. Pero volviendo al tema de Cuestión de Peso, no haría una función exclusiva para los participantes porque sería un acto de provocación. Ahora bien, si hay alguna persona que no tiene la guita para pagar la entrada y quiere ver la obra, yo lo invito, pero no por ser obeso.

Señora de nadie y el recuerdo de su trabajo con María Luisa Bemberg: “Tuve miedo de que los militares me pusieran en alguna lista”

¿Cuál fue tu primera revelación artística?

- Te voy a contestar de dos maneras. Si me rijo por lo biográfico te digo que fue en el colegio cuando hice de un marinero de Cristóbal Colón, que fue la primera vez que advertí que alguien me miraba con interés. Yo era un niño y no la pasé bien en mi infancia, así que capté ese interés como una forma de solución a ese problema. Por otro lado, en una respuesta más justa para mi oficio, yo voy redescubriendo todo el tiempo el gusto, el valor y el motivo por el que soy artista. Ayer, en el lugar donde entreno, estuvimos durante 45 minutos trabajando sobre un material, detectando las palabras que comunicaban el asunto y las que no lo hacían. Eso me parece una gloria, encontrarle el sentido y el valor de las palabras y el lenguaje, entender que no es lo mismo horror que susto, u honor que dignidad, y estar discutiendo la diferencia. 

Te llevo a otro lado, el cine. El otro día ví de nuevo Señora de nadie, de Maria Luisa Bemberg. Tu personaje es encantador, ¿cómo llegaste a esa película?

- Me llevás a 38 años atrás…

Tenías un pelazo.

- Y tengo el privilegio de la pérdida (risas). 

María Luisa Bemberg estaba buscando a ese coprotagonista y para ese momento yo estaba haciendo una obra de teatro de Eduardo Rovner en el Payró, en la que trabajaba Cris Morena, así que vino a una función porque le habían comentado de mi existencia y ella me había visto en No toquen a la nena y La Parte del León. Mi vínculo con María Luisa fue de absoluto agradecimiento por esa experiencia y de mucha distancia también, porque para mí María Luisa Bemberg era alguien de la aristocracia, con una vida muy distinta… era una mujer, cosa que para cuando nosotros hicimos la película era todo una novedad.

Era una mujer que empezó a dirigir de grande…

- Exacto. Fue una batalladora, porque debió luchar toda su carrera contra las críticas por su circunstancia de mujer millonaria y por eso fue puesta en un lugar frívolo, cosa que no era. Fue una mujer que luchó mucho para desarrollar su mirada y su punto de vista. Conmigo fue muy amable y distante, con cosas de su clase muy graciosas en algún punto: te invitaba a tomar el té a confiterías y cuando ella decidía se iba sin pagar y nosotros no teníamos un mango, y al ratito venía Lita Stantic, su productora, y nos decía que María Luisa no usaba dinero y entonces pagaba ella. A la película le fue bien y aprendí mucho… se hizo en un momento muy particular porque todavía estábamos en dictadura. María Luisa fue obligada a cambiar el final. La película terminaba con Luisina Brando y conmigo compartiendo la cama y decidiendo vivir juntos, y la censura consideró que esa mujer separada no podía terminar con un gay en una cama viviendo juntos. Ella luchó mucho para que no le censuraran el final, pero eran otras las circunstancias…

¿Tuviste miedo de encarnar a un homosexual en el cine en medio de la dictadura cívico militar?

- Sí, pero no fue el miedo quien tomó la decisión sino otra parte mía. No sabía que podía llegar a pasar conmigo después de esa película, si los militares me iban a poner en alguna lista, pero decidí actuar y que el miedo no me gobierne.

¿Sabés si hubo mucha repercusión en circuitos gay tras el estreno?

- No lo recuerdo. El fenómeno de salir a la calle y hablar -cosa importantísima- se conformó un poco después, en materia de derechos de las diversidades. Existirá el acallamiento temporario, pero una vez que las cosas se ponen sobre la mesa es un logro muy importante. Lo único que recuerdo es que cuando se estrenó la película tuvo cierto atractivo snob, “ir a verla para ser progre”. Son votos que se ganan (risas).

Julio Chávez vuelve al teatro con La Ballena, una adaptación de la famosa película del 2022..

“¿A la ciudadanía le importa que estén apaleando a los jubilados? Porque si nos importase, hoy estaríamos en otro lugar haciendo otras cosas”

Hablemos de la actualidad político cultural. ¿Cómo te cayó la noticia sobre el plan del Gobierno de cerrar el Instituto Nacional del Teatro?

- Es una pésima noticia y debo decir que hay muchos ciudadanos a los que hay que volver a conquistar, porque parece ser que eso no importa. Pero también tiene que ver con una decisión de parte de la ciudadanía que elige un modelo determinado… Estamos en una circunstancia económica y política en la que se necesita urgentemente ver dónde está el enemigo para ver cómo se resuelve y se decreta que ese, es el enemigo. Vamos a tener que volver a instalar lo que para nosotros tiene valor y pensar en dónde se debilitó nuestra función como para que esto pase.

Creo que más que una cuestión de debilitamiento, se está viviendo una situación de desprestigio a los artistas.

- Es una catástrofe eso, pero nuevamente fuimos ubicados en un lugar que hemos sido muchas veces ubicados en la historia y vamos a tener que volver a conquistar nuestro espacio y fortalecerlo. También creo que esto no va a durar, esta situación se va a revertir. Siento que lo que nos ocurre a nosotros en este momento de Argentina es algo que también está pasando en el mundo, porque aparecen muchas amenazas o cuestiones en las redes sociales y en la Inteligencia Artificial que ubican al arte en un lugar de preguntas.

Redes sociales e IA, herramientas muy usadas por los líderes de derecha más resonantes del mundo: Elon Musk, Donald Trump, Javier Milei…

- Tal cual. Vivimos un presente en el que ejerce el poder una manera de pensar y no tenemos que perder de vista que eso no anula otras ideologías. Y esto no se termina acá. Por más que este momento sea una catástrofe,  me gusta ser optimista… aunque está muy complicado serlo porque salís a la calle y el optimismo tiene oponentes importantes.

De pronto, para los medios resulta más interesante la cobertura de las peleas de Wanda y “La China” Suárez que los jubilados siendo apaleados en el Congreso.

- Vos decís a los medios y yo te pregunto: ¿y a la ciudadanía le importa que estén apaleando a los jubilados? Porque si nos importase, hoy estaríamos en otro lugar haciendo otras cosas. No es solamente el Gobierno, somos nosotros también. Yo no puedo hacerme el canchero ahí, yo tengo responsabilidad y conciencia de hacerme el tonto, contento no estoy pero tampoco quiero ponerme a jetonear sobre el Gobierno y los medios, porque ninguno de nosotros es esclavo de nadie.

El llamado a Darín por un cruce de palabras que se volvió mediático: “Me duele enormemente”

Semanas atrás hubo un cruce con Ricardo Darín. Tengo entendido que hubo un llamado para zanjar el asunto. ¿Hubo pedido de disculpas?

- No, no fue un llamado de disculpas sino que fue un llamado de aclaración y de intentar tranquilizarse y que el otro comprenda lo que pasó. No hubo disculpas porque no había nada de qué disculparse, porque no hubo ninguna intención por la cual habría que pedir disculpas.

Te hago la pregunta porque Darín dijo que tus comentarios tenían “cierto tufillo a ironía”.

- Yo no le voy a decir a él que se disculpe por eso, es su mirada y yo además no vi eso. Una colega tuya me hizo una pregunta y yo respondí con toda la sinceridad y la estúpida comodidad con la que me sentí en ese momento y contesté lo que contesté: que yo -entre otras cosas- lo que admiro de este colega es algo que yo no tengo. Hablé más de mí que de él y hablé sobre un atributo que para mí es muy importante, que es la capacidad de expandirme y de ser gestor, que yo no tengo.

Aún así, fue un tema que derivó en ramificaciones como la palabra de Alfredo Casero.

- Alfredo Casero no me quiere, no me quiere…

¿Te molesta ser noticia en los portales y programas de chimentos?

- Es algo que me duele enormemente. Creo que robarle la dignidad y la privacidad a alguien es algo muy serio, me he formado así e intento no dañar a ningún ser humano. Intento, pero soy humano, no soy inmune y tal vez en algún momento hago algo que no está bien. Entonces, todo esto que se pregunta tan livianamente, para mí no es liviano y es muy serio porque conlleva cosas éticas. Para mí la ética existe y con eso se va la piel de uno, el cuerpo de uno, sus sueños y sus preocupaciones.

La Ballena puede verse de jueves a domingos en el Paseo La Plaza (Avenida Corrientes 1660, CABA) con entradas en venta por Plateanet y en boleterìa del teatro.