Las elecciones federales alemanas del 23 de febrero de 2025 han marcado un punto de inflexión en la política nacional y europea. La Unión Demócrata Cristiana (CDU), el partido de los conservadores ahora liderados por Friedrich Merz, se alzó con la victoria obteniendo el 28,5% de los votos, mientras que Alternativa para Alemania (AfD) alcanzó un histórico 20,6%, consolidándose como la segunda fuerza política del país. El Partido Socialdemócrata (SPD), encabezado por el canciller saliente Olaf Scholz, sufrió una significativa derrota, quedando en tercer lugar con un 16,4% de los votos, siende éste su peor resultado electoral desde 1890. Estos resultados no solo reconfiguran el panorama político alemán, sino que también tienen implicaciones profundas para la Unión Europea.
El ascenso de AfD y su impacto en la agenda política
El notable crecimiento de AfD, un partido de extrema derecha con posturas euroescépticas y antiinmigración, plantea desafíos significativos para la política alemana y europea. Aunque los demás partidos han manifestado su rechazo a formar coaliciones con AfD, su posición como segunda fuerza política le otorga una influencia considerable en el debate público y en la configuración del programa político de un futuro gobierno. La presión que puede ejercer sobre la CDU y otros partidos tradicionales podría derivar en un desplazamiento hacia la derecha en temas clave como la inmigración, la seguridad y la soberanía nacional.
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Este fenómeno no es aislado. El politólogo Sami Naïr advierte que Europa enfrenta un "momento letal", donde fuerzas nacionalistas y xenófobas podrían ganar un referéndum sobre la Unión Europea en países como Francia y Alemania. La creciente desconfianza en el proyecto europeo y la falta de políticas comunes efectivas han alimentado este escepticismo, facilitando el auge de partidos como AfD. La influencia de AfD podría traducirse en una mayor resistencia a las políticas de bloque en la comunidad europea, debilitando la cohesión de la Unión Europea y fomentando tendencias nacionalistas que desafían la integración del viejo continente bajo el debilitado (como consecuencia de la guerra en Ucrania y la crisis energética y económica) liderazgo germano-francés.
La CDU ante el dilema de la cooperación
Friedrich Merz, líder de la CDU, ha descartado tajantemente cualquier coalición con AfD, enfatizando diferencias fundamentales en sus programas políticos. Sin embargo, la realidad parlamentaria y la necesidad de formar un gobierno estable podrían empujar a la CDU a adoptar algunas de las propuestas de AfD para atraer a su electorado y mantener la gobernabilidad. Esta dinámica podría erosionar el "cordón sanitario" que tradicionalmente ha aislado a la extrema derecha en Alemania y que ha sido un concepto central en la campaña electoral, normalizando discursos y posiciones políticas que antes aparecían como marginales.
La presión para abordar temas como la inmigración y la seguridad, centrales en la agenda de AfD, podría llevar a la CDU y a otros partidos a endurecer sus posturas en estos ámbitos. Este desplazamiento hacia la derecha no solo afectaría la política interna alemana, sino que también tendría repercusiones en las políticas de la Unión Europea, especialmente en áreas relacionadas con la migración y la cooperación transfronteriza.
Die Linke: avances y desafíos
Por otro lado, Die Linke (en español “La Izquierda”) ha experimentado un crecimiento notable, especialmente en Berlín, donde se posicionó como la fuerza más votada. Según las cifras que se han dado a conocer por medio de encuestas, fue el partido más votado entre los jóvenes de 18 a 29 años, obteniendo el 24% de los votos en este grupo etario. Este respaldo juvenil indica una demanda por políticas progresistas y una alternativa a las fuerzas tradicionales. Sin embargo, para consolidar y ampliar su base, Die Linke enfrenta el reto de redefinir su postura respecto a la política exterior y la seguridad.
La percepción de un fuerte "occidentalismo" en su discurso, evidenciado por sus críticas moderadas al protectorado militar que EEUU le impone a Europa a través de la OTAN, algo puesto a la luz pública desde la guerra en el Donbass, nos permiten dudar de la construcción de un programa político realmente de izquierda. No debemos olvidar que, producto de la guerra y el black-out comercial europeo con Rusia, la economía alemana hace dos años que está paralizada y la caída de su PBI industrial es brutal.
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Sin dudas, esta situación limita su atractivo entre votantes que buscan una posición más autónoma y crítica frente a las influencias extranjeras, algo muy bien aprovechado por la narrativa neofascista de AfD, por supuesto, en un sentido xenófobo y violento. Abordar este aspecto y articular una política exterior que refleje los intereses soberanos de Alemania y una visión europea independiente podría fortalecer su posición en el espectro político.
Implicaciones para la Unión Europea
El ascenso de AfD y los cambios en el panorama político alemán tienen repercusiones directas en la Unión Europea. Alemania, como motor económico y político del bloque, desempeña un papel crucial en la dirección y estabilidad de la UE. Un gobierno alemán influenciado por políticas nacionalistas y euroescépticas (además de miradas xenófobas) podría obstaculizar iniciativas de integración y cooperación, fomentando divisiones internas y debilitando la posición de la UE en el escenario global.
Además, la normalización de discursos de extrema derecha en Alemania podría inspirar movimientos similares en otros países europeos, amplificando una tendencia ya existente que pone en riesgo los valores democráticos y los derechos humanos que sustentan la Unión. No debemos olvidar que en septiembre, el partido de extrema derecha austríaco FPÖ le daba la primer victoria en unas elecciones legislativas a la ultraderecha desde la segunda guerra mundial. Esta tendencia, además, se vio fortalecida por actores de la fracción neoconservadora de la Nueva Aristocracia Financiera y Tecnológica, como por ejemplo el expreso apoyo de Elon Musk a la AfD o su saludo nazi luego de la asunción de Trump. La respuesta de los líderes europeos y la capacidad de las instituciones comunitarias para abordar estas dinámicas serán determinantes para el futuro del proyecto europeo.
El viraje hacia la derecha: desafíos para un programa alternativo
Las elecciones federales de 2025 en Alemania han evidenciado una transformación profunda en el paisaje político no solo nacional, sino continental, con el ascenso de la extrema derecha y desafíos significativos para las fuerzas tradicionales. La influencia de AfD, incluso sin formar parte del gobierno, condicionará la agenda política y económica de Alemania y, por extensión, de la Unión Europea, siendo esta quizás su principal victoria.
Mientras tanto, partidos como Die Linke tienen la oportunidad de capitalizar el descontento social, siempre que logren adaptarse a las demandas de una ciudadanía que busca alternativas reales y coherentes. Para ello, su accionar “antifascista” no debe seguir sólo un libreto electoral, abordando una lucha decidida contra el ascenso de la extrema derecha en el país más importante del viejo continente.
El futuro político de Alemania y Europa dependerá en gran medida de cómo se gestionen estas dinámicas y de la capacidad de las fuerzas populares (no sólo institucionales) para ofrecer respuestas efectivas a los desafíos actuales.