No hace falta ser economista para entender que si apenas una semana después de recibir un desembolso por 12 mil millones de dólares del FMI necesitás que el gobierno de los Estados Unidos salga explícitamente a ofrecer una garantía y ni aún así conseguís bajar el riesgo país o controlar la volatilidad del valor de la moneda, hay algo que está roto. Cada gesto que Javier Milei intenta exhibir como una muestra de fortaleza es leído por los inversores como debilidad.
Ayer por la tarde el secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, volvió a destacar la excepcionalidad del caso argentino y el apoyo decisivo de la Casa Blanca a Javier Milei. 24 horas antes había anunciado que se contemplaba incluso un préstamo directo de las arcas de Estados Unidos en caso de que el blindaje otorgado por el Fondo Monetario Internacional no resultara suficiente para estabilizar la situación.
“Argentina es un buen ejemplo que merece el apoyo del FMI porque está logrando avances reales en el cumplimiento de los parámetros financieros. Pero no todos los países lo merecen. El FMI debe exigir responsabilidades a los países por la implementación de reformas económicas” señaló Bessent en una especie de abrazo de oso que deja en claro al mismo tiempo el respaldo extraordinario que está dispuesto a dar Donald Trump y las condiciones para ese respaldo.
A pesar del acuerdo con el Fondo, del desembolso de 12 mil millones de dólares, de “la salida del cepo más exitosa de la historia”, de la garantía ofrecida por la Casa Blanca y del mensaje de apoyo de Bessent veinticuatro horas más tarde, ayer el dólar oficial cerró con una suba de casi el 5 por ciento, en tanto que el riesgo país sigue arriba de los 700 puntos, muy lejos de los 400 que necesita el gobierno para reabrir el acceso al mercado voluntario de deuda.
Simultáneamente, mientras el gobierno abona el carry trade incluso con impúdicas instrucciones para toda la familia desde la pantalla de la TV pública, los datos muestran que los ahorristas están decidiendo tomar el camino contrario. Tal como informó Fernando Alonso en El Destape, se desarmaron más de dos billones de pesos en plazos fijos para ir al dólar desde que el gobierno anunció la desregulación del cepo. La devaluación de ayer equivale a más de un mes de intereses.
Como un perro que se muerde la cola, Milei (y su ministro de Economía Luis Caputo) están de nuevo donde empezaron pero con 20 mil millones de dólares más de deuda y sin balas en la recámara, decididos a apostar todo a un precio del dólar que no convalida ni el Fondo, ni los exportadores de granos, ni lo que queda de la UIA, ni los posibles inversores extranjeros, ni los argentinos que todavía tienen ahorros en el colchón, ni los especuladores que no se deciden a entrar a la bici.
Así la pregunta vuelve a ser cuánto tiempo puede aguantar este parche y cuando esa es la medida de las cosas significa problemas. Otra vez las opciones del gobierno son aceptar el precio que le piden, lo que implica concretar finalmente la devaluación negada, encajando un cañonazo en la línea de flotación del relato oficial y arriesgándose a otra disparada de precios, o jugarse todo a que la estructura aguante así como está hasta después de las elecciones.
La segunda opción es arriesgada. Desde acá hasta octubre existen obstáculos que pueden hacer descarrilar el experimento en cada curva. El atraso cambiario, como siempre, incentivará a los compradores y desalentará a los vendedores; los vencimientos de deuda y la tendencia a la dolarización de cada año electoral meterán presión adicional en las reservas; los resultados adversos en las urnas pueden enrarecer el clima financiero; el escenario político va a tornarse más áspero.
En la medida que el gobierno sostenga el cepo a los salarios y el nivel de vida siga encareciéndose, la conflictividad laboral también va a ganar protagonismo. Mientras la respuesta oficial siga siendo la represión, como volvió a verse ayer en la marcha de jubilados de cada miércoles frente al Congreso, el conflicto sólo puede escalar. No hay dólares que alcancen para solucionar los problemas de Milei. Y algún día las buenas noticias van a terminarse.