Cómo es ser adultos entre los 30 y 40 años en tres Argentinas distintas: así cambió el estilo de vida de los millenials, baby boomers y X

El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) publicó un dossier que compara la adultez desde diferentes dimensiones de tres generaciones. Qué se desprende del informe sobre el estilo de vida, preocupaciones y decisiones de los argentinos a lo largo del tiempo.

06 de septiembre, 2025 | 19.00

Los censos nacionales son mucho más que un recuento poblacional o un día especial cada diez años. Si bien constituyen una fotografía de un momento determinado de la Argentina, aportan información trascendental ya que condensan el resultado de las transformaciones de la sociedad y, al compararla con registros anteriores, permite identificar y analizar cómo cambiaron los estilos y formas de vida de las personas con el paso de las décadas. En este sentido, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) publicó un dossier que compara la adultez desde diferentes dimensiones de tres generaciones: los baby boomers en 1991, la Generación X en 2010, y los millennials en 2022. Los datos que recoge el informe pueden resumirse en una pregunta tan simple como reveladora: ¿cómo es ser adulto entre los 30 y los 40 años en tres Argentinas distintas?

Según el informe se define a las generaciones como “un grupo de personas que nacieron en el mismo período de tiempo y experimentaron procesos sociales e históricos propios de la época que les tocó vivir, lo que, en términos generales, las hace compartir lazos culturales, económicos y sociales”. Así, cada generación atravesó su adultez en un contexto distinto, y esa comparación nos devuelve no solo las cifras de tres momentos, sino también un relato sobre cómo se redefinen las características de lo que entendemos por “adultez”.

Los datos abarcan temáticas clave de la vida social, familiar, y laboral como evolución de la fecundidad, nivel educativo, acceso a la vivienda, o composición de los hogares. Pero alrededor de los números y estadísticas, en realidad, se observa cómo se reconfigura la vida adulta en un país que pasó de los hogares extensos a los unipersonales, de la maternidad temprana y numerosa a la decisión de postergarla o no tener hijos, del trabajo asalariado formal y estable a la proliferación del empleo precario y el cuentapropismo, y de la casa propia al alquiler como condición de acceso a la vivienda.

Boomers en 1991: estabilidad y familia numerosa

Se considera generación de los Baby Boomers a las personas que nacieron entre 1946-1964. El nombre hace referencia “al incremento de los nacimientos en diferentes países de Occidente luego del fin de la II Guerra Mundial”. En su ingreso a la adultez estas personas fueron atravesadas por hechos políticos e históricos como la Guerra Fría; el surgimiento de los movimientos sociales; la llegada del hombre a la luna; el surgimiento del rock nacional; el retorno de la democracia; y el Mundial de fútbol Argentina 1978, por mencionar algunos acontecimientos relevantes que atravesaron sus biografías.

En 1991, los boomers de 30 a 40 años vivían, en su mayoría, en hogares grandes. Según el informe, el 48% residía en su casa con cinco o más integrantes, mientras que menos del 3% vivía solo. En ese sentido la familia extensa y la mesa larga de los domingos era la norma y la forma tradicional de crianza. Para las mujeres y personas gestantes la maternidad era un mandato casi indiscutible y su presencia en los proyectos de vida estaba casi asegurada: el 84% de las mujeres de esa edad ya tenía hijos; tres de cada diez tenían cuatro o más. Mientras tanto, la jefatura del hogar estaba claramente masculinizada: 87% de los hogares eran encabezados por varones. En cuanto a la vivienda, solamente el 17% alquilaba y la gran mayoría (64,2%) era propietaria. En el plano educativo, el 23% completó el secundario como máximo nivel educativo alcanzado, y sólo un 11,1% había completado estudios superiores.

El modelo de adultez boomer se sostenía en la tríada casa propia, empleo asalariado y familia numerosa. Era un modelo sólido con horizontes socioeconómicos predecibles, aunque también sostenido por una desigual división de género: las mujeres relegadas a los cuidados no remunerados y los varones reconocidos como jefes incuestionables. Todavía primaba la mirada del largo plazo y la posibilidad de proyectar a futuro, y la noción de durabilidad tenía un valor socio cultural ordenador.

Generación X en 2010: la adultez en transición

Se considera parte de la Generación X a quienes llegaron al mundo en el período 1965-1980, y la denominación responde a que es considerada una generación de transición, simboliza lo desconocido y la incertidumbre. En su caso los sucesos que marcaron la vida adulta fueron: Caída del muro de Berlín; la llegada de las primeras computadoras personales; la inserción femenina en el mercado laboral; la masificación de los métodos anticonceptivos; la expansión de la TV y de la cultura pop; y el Mundial de fútbol México 1986.

Solo veinte años después del censo 1991, la Generación X transitaba sus 30 y 40 años en un país atravesado por la crisis de 2001 que no fue solamente económico financiera, sino que terminó afectando y desarmando muchos de los moldes y hábitos heredados. Sus hogares ya eran más pequeños: 35,6% vivía en casas de cinco o más integrantes, y un 4,6% lo hacía solo en hogares unipersonales.

Paralelamente la fecundidad descendió: solo el 21% de las mujeres de 30 a 40 años tenía cuatro hijos o más, mientras que crecieron los hogares con uno o dos. Uno de los emergentes del quiebre social fue la emergencia de la jefatura femenina en los hogares: 27,5% de los hogares reconocía a una mujer como referente, un salto paradigmático con respecto a la generación de los boomers. En la misma línea, el mercado de trabajo femenino se expandió, aunque muchas veces en condiciones precarias o en la informalidad. En educación la Generación X mostró fuertes avances: 35% alcanzaba la secundaria completa como máximo, y 18% había finalizado estudios superiores.

La adultez X ya no se definía únicamente por el mandato de la familia extensa o la casa propia, sino por trayectorias más flexibles, menos lineales, que combinaban maternidades menos numerosas, más mujeres jefas de hogar y biografías más frágiles, atravesadas por la crisis económica y la incertidumbre política.

Millennials en 2022: la adultez líquida

Finalmente llegamos a los millennials, grupo conformado por las personas cuyo nacimiento se dio entre 1981 y 1996. Se denominan así porque es la primera generación que se convirtió en adulta con el nuevo milenio y que creció con la tecnología digital generalizada. Justamente el contexto que marcó a quienes hoy tienen entre 30 y 40 años se puede resumir en los siguientes eventos o procesos: la globalización y sus efectos; el desarrollo de internet y de la tecnología móvil; el atentado del 9/11 a las Torres gemelas; el surgimiento de las redes sociales; la educación sexual reproductiva; y el Mundial de fútbol Qatar 2022.

El último censo de 2022 es el que, de alguna manera, retrata la vida de los millennials en la misma franja etaria. La diferencia con las otras generaciones es significativa en casi todas las dimensiones. En relación a lo educativo, para esa edad el 44% había completado la secundaria y el 22% alcanzó estudios superiores completos. En este aspecto se destaca particularmente que las mujeres duplicaron su presencia universitaria respecto de las boomers y superaron a los varones en el porcentaje de finalidad, marcando una transformación estructural en el acceso a la educación y profesionalización: 27% de las mujeres completaron una carrera, frente al 17% de los varones.

Los hogares sufrieron transformaciones drásticas: solo 29% vivía en casas de cinco o más integrantes, pero ya el 9% lo hacía solo. En 2022 uno de cada cinco hogares encabezados por millennials era unipersonal. Los hogares de pareja con hijos cayeron del 74% entre los boomers al 48% en los millennials. Y en relación a la cabeza del hogar por primera vez se distribuyó casi en paridad: 52% varones y 48% mujeres. Los hogares monomarentales empezaron a asentarse con más fuerza.

La maternidad es una de las dimensiones donde el cambio se observa de forma contundente: el 23% de las mujeres de 30 a 40 años no tenía hijos, y entre quienes sí los tenían, el 29% se concentraba en un único hijo. El tipo ideal de familia numerosa quedó atrás y dejó de ser representativo de la realidad de las casas en Argentina.

En el mercado laboral, los millennials mostraban la mayor tasa de actividad y la disminución de los patrones y empleadores: 85% activos, con un 27% de las personas que prefieren el trabajo por cuenta propia. Con respecto al acceso a la vivienda, la ruptura es clara ya que creció el número de inquilinos: en 2022 el 31% alquilaba, frente al 23% de los X en 2010 y al 17% de los boomers en 1991.

La adultez millennial está atravesada por la modernidad líquida: proyectos múltiples, vínculos más frágiles y una inestabilidad que se extiende a todos los planos de la vida cotidiana. Zygmunt Bauman, describe esta época en la que las estructuras se disuelven; los vínculos son frágiles; se valoran la flexibilidad, la libertad de movimiento, la autonomía personal y el estar liviano sin compromisos, quizá como estrategia para adaptarse a la constante mutación exigida”. Los hábitos y consumos no se piensan a largo plazo, sino en base a la búsqueda de gratificación individual e instantánea, evitando las consecuencias; y se individualiza y despolitiza la responsabilidad de la construcción de la identidad y el sentido de la vida. Como explica el autor, citando a Guy Debord, “los hombres se parecen más a su época que a sus padres", y los adultos de hoy difieren de sus progenitores y las anteriores generaciones ya que viven en un presente "que quiere olvidar el pasado y ya no parece creer en el futuro".

Tres formas de ser adulto, tres Argentinas distintas

Lo que muestran las cifras es que la adultez es un hecho social, se redefine con cada generación, condicionada por realidades políticas, económicas y culturales. Se trata de elecciones individuales fuertemente condicionadas. Para los boomers, tener 30 o 40 años en un país que ofrecía más estabilidad y la promesa del ascenso social, les permitió consolidar sus proyectos y alcanzar la plenitud en un esquema más tradicional y pre establecido: matrimonio, hijos, casa propia, empleo estable. Para la Generación X, ese momento significó transitar una adultez en un marco de crisis e incertidumbre: hogares más pequeños, más mujeres jefas, más estudios y carreras profesionales, menos hijos, y un mercado laboral en condiciones más inciertas. Para los millennials la adultez transcurre en un escenario donde hay más oportunidades pero a la vez precariedad y liviandad en los vínculos, el trabajo, y la vivienda como norma: con más educación y más autonomía, pero con más precariedad y un mundo que avanza a otra velocidad: alquiler en lugar de propiedad, empleos fragmentados, hogares unipersonales, maternidad y proyectos familiares postergados o suspendidos.

Y si hay un hilo de continuidad positivo entre las generaciones es el cambio en el lugar de las mujeres a partir de derechos adquiridos. De jefas invisibles a protagonistas de hogares; de madres de cuatro hijos a mujeres que eligen, cada vez más, tener uno, dos o ninguno; de relegadas en el sistema educativo a mayoría en la educación superior. La historia de la adultez en Argentina no puede contarse sin esa revolución silenciosa.