Más de 30 organizaciones piden la protección de un área marina ubicada frente al Golfo San Jorge

Estuvo a punto de ser aprobado un proyecto de ley para implementarlo, pero perdió estado parlamentario. Es la zona donde yace el ARA San Juan y está muy amenazada por la pesca internacional.

07 de agosto, 2025 | 00.05

Frente a las costas del Golfo San Jorge, pegada al borde de la plataforma marina argentina, se encuentra un área sin igual en el mundo por su sorprendente sistema de cañones submarinos, su riqueza bentónica (de organismos que viven en el fondo del mar, o de lagos y ríos), sus ecosistemas vulnerables como los que estamos descubriendo gracias a la transmisión en vivo de la expedición que investigadores del Conicet están completando en el Falkor (too), pero atravesada por un frente productivo de primer orden. Es un “jardín” utilizado por ballenas, elefantes marinos (que pueden bucear hasta los 1500 metros de profundidad o más), pingüinos, pero también por múltiples especies de alto valor comercial.

Por estar fuera de la zona económica exclusiva de nuestro país, el “Agujero Azul”, como se lo conoce desde hace dos décadas, admite la pesca internacional casi sin restricciones. Pero dado que se encuentra sobre nuestra “plataforma continental extendida”, más de 30 asociaciones que integran el Foro para la Conservación del Mar Patagónico, la red más importante de organizaciones de la sociedad civil dedicadas a la investigación y conservación del sur de Chile, Argentina, Uruguay y sur de Brasil está promoviendo la creación de un área protegida que llevaría ese nombre, una denominación que comenzó siendo informal, pero quedó bastante establecida hace unos 20 años. Se trata de un área de 148.000 kilómetros cuadrados de lecho marino y ecosistemas bentónicos, pero que no incluye la columna de agua, considerada Alta Mar. La protección pondría freno a la flota pesquera internacional que opera con redes de arrastre de fondo, sin regulación ni controles, capturando recursos transfronterizos compartidos y destruyendo ambientes vulnerables.

Imágenes: gentileza WCS

“La idea empezó a gestarse hace mucho, cuando nos mandaron una imagen satelital nocturna que mostraba una miríada de luces al borde del talud [la pendiente submarina casi vertical] –comenta Valeria Falabella, bióloga marina y directora de Conservación Costero Marina de Wildlife Conservation Society Argentina, una de las organizaciones que con más intensidad promueve esta iniciativa–. No lo podíamos entender: era como ver una ciudad en medio del mar”.

Las luces que brillaban en esa imagen nocturna correspondían a buques que pescaban (y siguen haciéndolo) al borde del área económica exclusiva de la Argentina. “La Convemar, ley que rige los derechos del mar, establece que las jurisdicciones de los países llegan hasta las 200 millas de la costa. En algunos casos, estos pueden reclamar una extensión (hasta las 350 millas) que les da derecho sobre el lecho marino y las especies asentadas en el fondo”. Es lo que solicitó a mediados de la década pasada la Comisión para el Límite Exterior de la Plataforma Continental (Copla), un órgano interministerial que coordinó un prolongado trabajo científico, técnico y jurídico para generar toda la información que fue enviada a las Naciones Unidas (ONU).

Luego de que la ONU se expidiera afirmativamente, el Congreso aprobó una ley que extiende su territorio en el contexto de esta resolución, y eso le otorgó jurisdicción sobre el fondo marino, pero no sobre la columna de agua donde operan los barcos.

Allí se desarrolla una pesca descomunal, no regulada ni declarada, lo que en sí misma es un problema de grandes proporciones –cuenta Falabella–. Durante años estuvimos buscando alternativas para ‘atraer la atención’ hacia esa zona, porque incluso hay flotas de 'arrastre de fondo'”. Esta modalidad de extracción se utiliza en el mundo para la captura de especies que habitan cerca del fondo marino. Se estima que representa el 26% del total de las capturas mundiales de peces.

La flota internacional aplica el sistema de pesca de arrastre, altamente nocivo para el ecosistema que vive en el fondo marino

Como la columna de agua no forma parte de nuestra zona exclusiva, la única oportunidad de preservar hoy la plataforma extendida de la Argentina es a través de la creación de un área bentónica protegida; y esto no es menor porque impediría actividades como la minería profunda, la exploración hidrocarburífera y el arrastre de fondo, que es la actividad pesquera más destructiva que existe –destaca la científica–. Los países tienen derechos sobre sus plataformas, pero también responsabilidades asumidas y compromisos de conservación”.

En el “Agujero azul” se da algo muy extraño y es que incluye un sector de plataforma continental: es un área cuyos fondos tienen menos de 200 metros de profundidad antes del talud, pero está fuera de la zona económica exclusiva, por lo que no tiene jurisdicción nacional. “Es una combinación explosiva para la pesca –advierte la bióloga–. Se la practica sin regulación, en una zona de altísima productividad, baja profundidad, nitidez y fondos planos. Además, está atravesada por la corriente de Malvinas, si se hacen perforaciones hidrocarburíferas y llega a haber un accidente en esa zona, prácticamente ‘matás el Mar Argentino, porque destruís el frente productivo, lo contaminás y eso impacta en toda la cadena trófica [alimentaria]”.

De acuerdo con estimaciones de WCS, el área acumula anualmente más de 200.000 horas de pesca. Es lo que surge de la página de Global Fishing Watch, plataforma de monitoreo global de la actividad pesquera que calcula el esfuerzo pesquero aparente a través de algoritmos. “Toda la flota pesquera industrial está obligada a tener un sistema de seguimiento automático que transmite la posición, rumbo, velocidad y otros datos del buque, facilitando su identificación y seguimiento por parte de las autoridades marítimas (AIS) –explica Falabella–. Ese equipo es obligatorio porque permite que los barcos se identifiquen entre sí y eviten colisiones. A través de esas señales, es posible calcular el esfuerzo aparente de pesca. Nosotros estimamos la cantidad de horas de esfuerzo pesquero de arrastre solamente en ese sector dentro del Agujero Azul; en aguas internacionales, pero en una zona de menos de 200 metros de profundidad”.

Normalmente, las plataformas continentales de los países se encuentran dentro de las zonas económicas exclusivas y son las áreas más explotadas en términos de recursos pesqueros. En la zona que se busca proteger, hay un sector de plataforma continental que está por fuera de ese límite y eso la convierte en “mar de nadie, mar de todos”. “Allí se pesca calamar, merluza, los recursos comercialmente más valiosos que tenemos –dice Falabella–. Si se establece allí una reserva natural bentónica, la decisión no impactará en la actividad pesquera nacional, que trabaja más cerca de la costa”.

Además del daño que ejerce sobre la biodiversidad, la pesca de arrastre también tiene otro efecto adverso: la liberación de carbono (uno de los principales gases de efecto invernadero) secuestrado. “De acuerdo con la intensidad con la que se la practique, después de que arrastraste mucho y destruiste todo, la diversidad que había en ese fondo ya la deterioraste –detalla la investigadora–. Pero además, si pasás una rastra en una zona de arrecifes de coral, lo que hacés es destruir la capacidad de captura de carbono que tenía ese ecosistema. Por otro lado, en los sedimentos de los fondos profundos se va capturando carbono y se está empezando a calcular cuánto libera al mar nuevamente de carbono orgánico”.

La flota que captura en la columna de agua sobre el Agujero Azul se rige por las libertades de Alta Mar, pero podría gestionarse con otras herramientas internacionales, como el Tratado Global de los Océanos, un acuerdo que permitiría implementar acciones de manejo y creación de áreas marinas protegidas en esas áreas y que, si es ratificado por un número suficiente de países, próximamente entraría en vigor.

Aunque el proyecto de ley presentado en 2022 perdió estado parlamentario, las organizaciones están en conversaciones con la senadora Edith Terenzi para que vuelva a ser tratado. “Después de que se aprobara en Diputados, la Comisión de Presupuesto y Hacienda del Senado tomó la decisión de no dar quórum –recuerda  Falabella–. Esta y la de Ambiente y Recursos Naturales tienen que volver a dar dictamen. Hicimos todo el esfuerzo posible, pero no logramos que entrara al recinto. Lo excepcional del Agujero Azul es que hay una pesca internacional descomunal mientras todos los cañones submarinos en el borde del talud son de enorme biodiversidad. Es una oportunidad para dejar un sector de estos fondos tan particulares lo más protegido posible.  El Senado tiene el compromiso de por lo menos debatir la ley. Vamos a tratar de volver a presentar el proyecto, no sé con qué éxito, porque este gobierno identifica estas iniciativas como frenos a la actividad productiva y al desarrollo”. 

WCS es una organización internacional que tiene 125 años de antigüedad en el mundo y presencia en 60 países. En la Argentina trabaja desde hace 60 años. Promueve acciones de manejo y conservación del ambiente guiadas por la mejor ciencia disponible, y financia proyectos de investigación de unos 20 científicos del Conicet. “Para nosotros, los resultados de su trabajo son muy valiosos”, concluye Falabella.