Quería ser mamá adoptiva, pero como no cumplía con los requisitos en Argentina viajó a Haití: "Mi hijo me abrió los ojos sobre el racismo”

La escritora Agustina Adamoli publicó Como un ciclón bajo la editorial Blatt & Ríos, una novela basada en su lucha por ampliar su familia y adoptar un hijo.

18 de julio, 2025 | 17.51

¿Puede el deseo de toda una vida convertirse en una odisea interminable? Para la escritora Agustina Adamoli por momentos fue así, según narra en su nueva novela Como un ciclón (editada por Blatt & Ríos), que arranca con un capítulo que marcó un antes y un después en su historia familiar: cuando decidió ampliar su familia y adoptar un niño de Haití, frente a las idas y vueltas burocráticas del sistema de adopciones argentino. Con ritmo ágil y altas dosis de humor corrosivo, la autora describe las desventuras de una pareja que quiere agrandar la familia -para darle un hermanito a su hija biológica- en un contexto social y familiar donde el desconocimiento y los prejuicios son moneda corriente.

“Toda mi vida soñé con poder adoptar un hijo. Siempre me dieron mucha impresión los partos y no tenía ningún deseo de quedarme embarazada, jamás. Por eso desarrollé una conexión muy fuerte con la adopción y siempre que mis amigas hablaban de tener hijos yo decía que a mí me gustaba la idea de adoptar. Y cuando conocí a mi marido francés le fui de frente y le expresé lo que ansiaba, pero él me respondió que quería hijos biológicos, así que fuimos a por los dos”, explicó Agustina en diálogo con El Destape. “A mediados de 2013 decidimos adoptar un hijo, un hermano para Fortunata (su primogénita), y llegó a mediados del 2016. Fuimos de los afortunados, ya que suelen ser procesos muy largos. Hay gente que espera 10 años para poder adoptar. En todo nuestro camino hasta la adopción nos encontrábamos con historias de personas que no lo pudieron lograr y eso te bajonea", agregó sobre la lucha de cientos de parejas que buscan convertirse en padres y deben someterse a un sistema no siempre eficiente.

Como un ciclón, la nueva novela de Agustina Adamoli.

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Al inicio de su travesía parental, Agustina y su marido francés se contactaron con el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (RUAGA), pero los descartaron porque no tenían 5 años de residencia en Argentina, requisito vigente en el año en que iniciaron los trámites para ser padres adoptantes, ya que se acababan de mudar del exterior. "Eso fue un duelo, nos golpeó mucho", admitió Agustina. Al poco tiempo empezó a investigar caminos alternativos como las adopciones internacionales. Rusia y Haití eran los únicos dos países que recibían solicitudes y el matrimonio eligió el país caribeño, sabiendo poco y nada de su cultura. “No conocía nada de Haití, la nada absoluta, así que me dispuse a saberlo todo sobre el lugar de donde iba a venir mi hijo. Sobre todo investigué la cultura afro a nivel mundial y traté de tener conciencia sobre lo que significa ser alguien afro en Argentina", señaló Agustina. Pero eso solo fue el inicio de un camino tortuoso de instancias intermedias hasta alcanzar la meta. Como un ciclón.

“Es una gran pregunta 'para qué están hechas las instancias burocráticas que conlleva adoptar un hijo'. Pienso que, desde lo legal, están ideadas para proteger a los niños que van a ser adoptados, pero desde lo práctico terminan jodiendo bastantes deseos de personas que quieren ser madres o padres... muchos se caen por las trabas burocráticas, algunas de ellas al pedo y muy obsoletas, ya que tienen una mirada que no se adapta a los nuevos tiempos”, reflexiona la autora de Como un ciclón, donde relata el periplo de situaciones bizarras y desgastantes que conllevan los trámites para conseguir un hijo por vía internacional (aquí también se abre todo un capítulo de prejuicios sociales, en los que no se ahondará en el artículo pero sí aparecen en la novela, sobre quienes ven este método de guarda parental como una forma de "comprar" una vida).

"Pienso mucho en la mamá biológica de mi hijo"

Han, el hijo adoptado de Agustina Adamoli, tiene en la actualidad 11 años, es fanático del fútbol y los dinosaurios, y quiere volver a Haití. “Ahora está mega angustiado porque muere por volver a Haití, pero le tuvimos que contar que la situación en el país no está nada bien”, reveló la autora. En la actualidad y sumado a sus índices de pobreza históricos, Haití sufre olas de violencia, asesinatos y secuestros. Agustina viajó tres veces allí y admite no haber podido descubrir nada de las riquezas del país porque sintió miedo por la inseguridad. "Me preocupa cuando mi hijo sea grande y se entere de la realidad que atraviesa su país", sumó.

“La primera vez que me preguntó (su hijo) por sus orígenes tenía dos años y medio y quería saber si había estado en mi panza. Yo le expliqué que no, que estuvo en la panza de otra señora, le dije el nombre de su mamá biológica y que lo había llevado a un orfanato después de su nacimiento.’¿Y dónde está?’, me volvió a preguntar. ‘En Haití’, respondí. No volvió a preguntar más nada hasta mucho tiempo después… Por ahora nunca preguntó sobre el padre y, casualmente, en el dossier que tenemos figura que su padre está desconocido”, indicó la autora ante sus preocupaciones como mamá a la hora de contarle la verdad a su hijo. Asimismo, ante la pregunta de si tiene algún tipo de contacto con la madre biológica de Han, reflexionó: “Pienso mucho en la mamá biológica de mi hijo. Él una vez me preguntó si ella estaba viva y no supe qué responderle, porque realmente no lo sé… por las cosas que pasaron y que pasan en Haití es muy difícil saber si está viva o no. El día de mañana, cuando él crezca, la buscaremos o no, según lo que él quiera”.

Todos los orfanatos de Haití están controlados por el Instituto de Bienestar Social del Menor (IBSR) y los procesos de adoptabilidad de cualquier niño del país toman aproximadamente 6 meses. Durante ese tiempo, muchas madres que dejan a sus bebés porque no pueden mantenerlos vuelven para amamantarlos. "Hay tres instancias judiciales en las que se confronta a las mamás para que se arrepientan de dar sus hijos en adopción. Los orfanatos les dan esa oportunidad porque siguen pensando que lo mejor para un niño es que esté con su madre biológica”, remarcó Agustina Adamoli, quien ahonda en estos temas delicados a través de su autoficción.

"Como mamá de un chico afro tenés que estar preparada para el 'negro de mierda'"

En muchos capítulos de Como un ciclón está presente la cuestión del racismo, un tema abordado con un humor corrosivo en el que no se salva la parentela. “En esta novela le doy con un caño a mi padre”, deslizó la escritora, sin dar mayores precisiones sobre qué es verdad y qué es ficción en las bestialidades que dicen este y otros personajes sobre el recién llegado. "Mi hijo llegó para abrirme los ojos con esto, porque antes para mí la gente afro no existía, no estaban en mi mapa. Yo tengo la teoría de que todos los blancos somos racistas y lo vamos a ser hasta que nos muramos. Es una mierda decirlo pero a nadie le importa la gente afro, Haití le chupa un huevo a todo el mundo. Yo le agradezco mucho a mi hijo porque desde que lo tengo soy menos racista", sumó.

Aún así y pese al amor de la familia ensamblada, los miedos de madre aparecen. “En primer grado le dijeron ‘negro de mierda’... Como mamá de un chico afro tenés que estar preparada para esos comentarios de odio. Mi marido piensa que soy una exagerada, pero yo tengo miedo de que la Policía lo agarre porque sí, porque es negro. Y me da miedo porque es algo que en algún momento de su vida va a pasar porque no es blanco y vivimos en un mundo racista. Me preocupa mucho educarlo para que tenga las herramientas necesarias para defenderse”, indicó Agustina.

Como un ciclón, de Agustina Adamoli, está editado por Blatt & Ríos y puede adquirirse en librerías.