Luis “Wood” Pérez, el artista de la motosiera detrás de las esculturas de eucaliptos en el Jardín Japonés

Luis usa la motosierra para construir en vez de para destruir y por eso muchos lo felicitan. El artista se conmueve “con darle una nueva vida a árboles que cumplieron su ciclo”

18 de julio, 2025 | 00.05

En manos de Luis “Wood” Pérez, la motosierra es un instrumento de creación, de belleza, de sensibilidad. Es la herramienta con la que el cordobés de Villa General Belgrano de 39 años reconvierte árboles muertos en esculturas a cielo abierto. Testimonio de este proceso son dos eucaliptus del Jardín Japonés porteño, víctimas del temporal de diciembre pasado. En uno de siete metros de altura, hoy se posan dos geishas. En el otro, de 14 metros, un grupo de grullas. Esculturas que revirtieron una pérdida ecológica en una nueva atracción artística que refuerza la identidad del paseo.

“Mucha gente me felicita por usar la motosierra para construir en vez de para destruir”, comenta pícaro Luis “Wood” Pérez, quien explica a El Destape que no realiza bosquejos previos en su trabajo “porque me limita la creatividad”. A partir de una idea consensuada con quienes lo contratan “dibujo directamente con la motosierra, me inspiro en la propia interrelación con la materia sobre la que trabajo y con, por supuesto, la herramienta”.

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El artista se conmueve “con darle una nueva vida a árboles que cumplieron su ciclo”. Se define como exponente del género realista. “Cuando empezaba en la adolescencia, hice la figura de un dogo argentino. Cuando la terminé mis perros se pusieron a ladrarle como locos, en actitud de ataque. Esa reacción me permitió comprobar que podía tallar figuras que parecieran vivas”. Desde que a sus 16 años su madre le regaló la motosierra le da rienda suelta a su vocación que se transformó, además, en su medio de vida.

“Ya a los cinco años había hecho una cabeza de gaucho con un cuchillo tramontina y un martillo. Villa General Belgrano es un pueblo de montaña en el que tenemos una particular relación con la madera”, historiza.

De la tormenta al arte

En octubre de 2012, en La Cumbrecita, vecina de Villa General Belgrano, una tormenta se ensañó con más de 500 árboles. Pérez se acercó a la comuna y propuso remendar el desastre con su arte. “Generó entusiasmo. Me pidieron que realizara obras alegóricas a la flora y fauna de la zona. El resultado fue la creación de nueve esculturas”, relata. Hoy sus trabajos son parte de la atracción turística del pueblo.

En Villa General Belgrano, su arte no sólo es reconocido desde que arrancó sino también estimulado. “Después de mis primeras obras me regalaron un viaje de tres meses por Europa para que me vaya a cultivar a partir de los convenios a través de hermanamientos que tenemos con algunas regiones de Alemania, Suiza e Italia”, agradece.

En su pueblo, sus esculturas se reparten en distintos ámbitos emblemáticos como el predio donde se celebra el Oktoberfest y la plaza principal. Realista al fin, talló la imagen típica de un alemán que pisa un barril mientras sostiene un chop de cerveza, con su vestimenta típica y un acordeón.

Los distintos gobiernos de las comunas de la región de Calamuchita financian distintas obras de Pérez. Muy lejos de activar la motosierra en los presupuestos de cultura, destinan fondos a trabajos del artista de la motosierra. En Los Reartes, Villa Yacanto, Santa Rosa y muchas otras localidades se exhiben esculturas suyas.

El trabajo con la motosierra como atracción

En los gajes de su oficio, el artista de la motosierra sabe que su trabajo llama la atención no sólo porque lo suele realizar al aire libre en lugares públicos sino porque sorprende a los transeúntes el oficio de dibujar y tallar con un instrumento asociado a la poda. “Se junta mucha gente a mi alrededor. Suelo hacer jornadas de entre 6 y 8 horas. Por ahí alguno se queda un rato y empieza a ver los primeros trazos y cuando a las horas vuelve se encuentra ya con formas más definidas”, relata.

Agradecido con la reacción de la gente, sin embargo, el escultor no se puede permitir la distracción. “Si me equivoco corro riesgo porque la motosierra es la herramienta de mano más peligrosa, no es chiste”, alerta. Por eso, parte fundamental de su trabajo es la manutención del instrumento. “Soy igual que el carnicero que después de cortar un par de bifes ya afila de vuelta el cuchillo”, compara. Protege sus oídos del ruido de la motosierra y el aparato respiratorio con una máscara. “En general hasta me pongo música. Mientras trabajo es como que estoy en una dimensión propia, abstraído”, transmite. Admite que en general lo que más le cuesta son los primeros trazos, arrancar. “Para mí el árbol sin tallar es algo así como para el escritor tener la hoja en blanco. A veces me cuesta arrancar. Pero una vez que di los primeros toques, suelo fluir con naturalidad”, detalla.

Sus múltiples trabajos en las distintas comunas de Calamuchita le dieron una identidad común en lo artístico a la región. Su talento le valió el llamado de otras zonas del país. “En Olta, La Rioja, tallé a Chacho Peñaloza, lo que representó un honor y una gran responsabilidad”, destaca.

“Por suerte me llegan ofertas de trabajo todo el tiempo. Es muy probable que vuelva a Buenos Aires a hacer nuevas obras en el Jardín Japonés. También tengo llamados desde Uruguay y Venezuela a partir de la repercusión que se empieza a generar”, enumera.

Establecido en su Villa General Belgrano, recuerda que durante el viaje a Europa no se limitó a recorrer, sino que también dejó su huella de esculturas con la motosierra en Suiza. También anduvo por Centroamérica donde trabajó en México, Nicaragua y Costa Rica. Proyectaba hacer una experiencia en Nueva Zelanda cuando complicaciones en la salud de un familiar lo decidieron a volver a Córdoba.

Luis “Wood” Pérez se ve por muchos años entre los árboles dañados con su motosierra y su arte. Al mismo tiempo, le gustaría establecer un taller-escuela para transmitirle sus enseñanzas a los chicos. “Me doy cuenta que a los niños les gusta verme, me imitan, juegan. Ojalá pueda motivarlos a estudiar, a desarrollarse, a que se olviden por un rato del telefonito”, se ilusiona.