El salvataje de Estados Unidos al gobierno de Milei tiene un alto componente geopolítico, pero también relevancia económica para la administración Trump. El último Informe de Coyuntura del grupo de economistas bonaerenses de Fuerza Patria que coordina Roberto Feletti sostiene que “ese apoyo puede y debe entenderse más allá de lo meramente político”. La Argentina adquirió en los últimos años una relevancia singular para Estados Unidos. Y esa importancia no se debe tanto a su peso económico sino -he aquí la clave- a razones estratégicas, geopolíticas.
Es cierto que lo que está en juego con el país del Norte no es una relación comercial. Es, más bien, lo que Trump y Milei entienden como una batalla cultural por el futuro del continente. Pero, a los ojos de la Casa Blanca, la Argentina también se ha convertido en el país más ‘anti-China’ de América Latina. Y esto sucede, paradójicamente, pese a que los vínculos comerciales con el gigante asiático se mantienen activos.
Lo que sí está claro es que el país desmontó o dejó en el limbo varios acuerdos con el gigante asiático. Uno de ellos es el proyecto de cooperación para construir una nueva central nuclear (Atucha III). En reemplazo de esa idea, la Casa Rosada y su contraparte estadounidense parecen converger en la idea de transformar la matriz energética argentina para abastecer a los centros de datos de las compañías tecnológicas.
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Condiciones y economía
Si el salvataje supone condicionalidades, un ojo deberá posarse sobre la base naval multipropósito de Tierra del Fuego. “Hoy se negocia que dicha base cuente con inversiones de Estados Unidos para su acondicionamiento y modernización. Como contrapartida Washington podría disponer de sus instalaciones según un esquema de uso conjunto”, explicó el documento. En materia diplomática, la sintonía del mileísmo con el trumpismo se refleja en un gran alineamiento en los foros internacionales; o mejor dicho, una subordinación inédita por parte de la Argentina.
En 2024, las coincidencias con Estados Unidos en Naciones Unidas alcanzaron el 82% de las votaciones. Ese porcentaje supera el récord (68% de posturas similares) que el menemismo había tenido con Washington. Esta adhesión a Trump supone una visión plenamente ideológica de la política exterior. Es una postura que ignora la realidad económica y comercial de la Argentina vista desde un ángulo pragmático (es decir, de defensa de los intereses nacionales). Por ejemplo, el récord de exportaciones argentinas se produjo en 2022, por 88.000 millones de dólares. El principal destino fueron países no occidentales.
Entonces, ¿cuáles son los intereses y prioridades de Estados Unidos que explicarían un potencial salvataje a Milei? Trump representa una nueva estrategia de la potencia global, que ve acechada su hegemonía: esa estrategia es la doctrina del “continentalismo”. El “continentalismo”, llevado adelante por la nueva elite del Partido Republicano, busca corregir dos debilidades que contribuyeron a la declinación estadounidense: por un lado, contener el déficit de la balanza comercial; por otro, defender al dólar como moneda de reserva internacional.
Trump, para llevar adelante su doctrina, puso en marcha una política proteccionista de fijación de aranceles. Se propone reducir la brecha comercial de su país con el mundo.
El mandatario estadounidense considera que las políticas “globalistas” llevadas a cabo por el capital financiero y el capital científico-tecnológico terminaron favoreciendo a China. En cuanto a América Latina, la relación de la Argentina con el subcontinente está profundamente deteriorada. Por otro lado, Argentina está quedando en soledad en los debates más globales: fue uno de los diez países que se pronunció en contra de la resolución aprobada en la asamblea general de la ONU que impulsa la existencia de dos Estados -uno israelí y uno palestino- en el actual territorio de Israel y los territorios palestinos ocupados de Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén este.
Sólo resta exponer el principal dilema que representa el alineamiento unilateral respecto de Estados Unidos: ¿hasta qué punto puede sostenerse una política exterior basada en afinidades ideológicas cuando el mundo camina hacia otra dirección? "La transición geopolítica actual exige pragmatismo, entendimiento de las nuevas dinámicas globales y capacidad de adaptación”, concluyó el informe.