Un estilista que se convirtió en el rostro de más de 250 migrantes venezolanos deportados por Estados Unidos a la prisión más infame de El Salvador regresó a casa con su familia tras lo que describió el miércoles como "un encuentro con la tortura y la muerte".
Andry Hernández, de 32 años, y los otros detenidos volvieron a Venezuela el viernes como parte de un intercambio de prisioneros, tras pasar cuatro meses en la prisión salvadoreña CECOT, donde, según ellos y el Gobierno venezolano, fueron golpeados, baleados con proyectiles de goma, recluidos en celdas oscuras y con comida en mal estado.
"Muchos de nuestros compañeros tienen heridas por el rolo (porra), tienen costillas fracturadas, tienen dedos de manos y de los pies fracturados, tienen marcadas las esposas; otros tienen marcas en sus pechos, en su rostro (...) de los proyectiles" de goma, dijo Hernández, de 32 años, a periodistas en su casa en Capacho, cerca de la frontera con Colombia.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, invocó la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798 para deportar a los hombres, a quienes su gobierno acusa de pertenecer a la pandilla Tren de Aragua, sin los procedimientos migratorios habituales.
Las deportaciones desencadenaron una batalla legal liderada por grupos de derechos civiles. Familiares y abogados de muchos de los hombres han negado tener vínculos con pandillas.
Hernández, detenido en la frontera entre Estados Unidos y México durante el gobierno de Biden, tenía un caso de asilo activo cuando fue deportado a CECOT.
Los abogados que lo representan en Estados Unidos han expresado su preocupación ante el riesgo que correría en Venezuela Hernández, quien es gay, debido a los que grupos de LGBTQ+ han denunciado como una persecución por parte de las autoridades.
Estados Unidos alegó su pertenencia al Tren de Aragua basándose en sus tatuajes: coronas en las muñecas que dicen "mamá" y "papá".
Los padres de Hernández, Felipe Hernández y Alexis Romero, habían estado esperando ansiosamente su regreso desde el martes, cuando los llamó para informarles que llegaba desde Caracas, a unos 820 kilómetros de distancia.
"Nunca estuve solo, desde el día uno hubo muchas personas que se preocuparon por mi", dijo Hernández al ver a sus padres y a su hermano, conmovido al saber que amigos y familiares realizaron vigilias por su retorno. "Me llena de mucha paz, de mucho confort, de mucha tranquilidad".
Con información de Reuters