Tiene 26 años, estudió en la UNSAM y revolucionó la reparación de huesos con biomateriales 3D:  su proyecto fue premiado como el mejor entre 100 ingenieros

Es ingeniera biomédica y gracias a su investigación pudo desarrollar prótesis que permiten que se regenere el hueso desintegrándose solas. Su tesis, que aborda el estudio de estos biomateriales, fue premiada entre otros 100 ingenieros.

15 de julio, 2025 | 00.05

Reparar huesos, cambiar la realidad de las personas y contribuir a la ciencia. Estas tres cosas hizo Camila Sol Fernández, ingeniera biomédica de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), con su investigación y tesis sobre los biomateriales 3D aplicados a la medicina que, además, fue premiada entre otros 100 proyectos de ingeniería. Su desarrollo de prótesis de huesos en 3D fabricadas con biomateriales permite que las células puedan adherirse, crecer y formar nuevo tejido óseo, sin provocar respuestas inmunológicas ni efectos tóxicos: el organismo las reconoce como "familiares", lo que evita que el cuerpo las rechace.

“Si queremos que Argentina crezca desde el conocimiento y la innovación, el apoyo a la ciencia tiene que ser una política constante”, resalta Camila, que tan solo tiene 26 años, a El Destape. Con su investigación, echó luz sobre cómo estos materiales pueden cumplir una función temporal dentro del cuerpo y luego desaparecer sin dejar residuos ni causar daño, acompañando y favoreciendo los procesos naturales de curación y regeneración. Con el tiempo, los materiales se degradan y son absorbidos por el cuerpo, dejando en su lugar hueso regenerado.

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Su interés por el funcionamiento de las cosas nació desde muy chica, cuando jugaba armando y desarmando objetos, preguntándose constantemente el "porqué" de todo: “La ‘cosa’ que más me fascinó fue la máquina más compleja y perfecta: el cuerpo humano”, expresa, sonriente.

Su espíritu de investigadora creció cada vez más, a través de documentales de medicina y cirugía que le hicieron conocer el mundo de las prótesis biónicas y la posibilidad de recuperar funciones o partes del cuerpo perdidas. Eso le despertó una fuerte atracción por el mundo de la salud, atracción que nunca más se apagó.

Al finalizar la escuela secundaria, entendió que su camino no era la medicina tradicional, sino que quería abordarla desde la ciencia y la tecnología. Así descubrió la Ingeniería Biomédica, una carrera que integraba todo lo que le apasionaba: innovación, tecnología y medicina. Con eso en mente, en 2017, un año después de egresarse del secundario en el Instituto Santa Rita, ingresó a la carrera de Ingeniería Biomédica en la UNSAM. Durante la pandemia, cursó dos años de manera virtual (2020-2021), lo que recuerda como un gran desafío que “también despertó en mí un fuerte deseo de volver a lo práctico, a lo experimental, a ese ‘aprender haciendo’ que está tan ligado a la ingeniería”.

Su acercamiento al mundo de los biomateriales y la Ingeniería en Tejidos nació de la necesidad de complementar lo aprendido en la carrera con experiencias prácticas que mostraran cómo la ingeniería biomédica puede ofrecer soluciones concretas a la medicina. Decidió canalizar la urgencia de aprovechar todo ese tiempo en el que no pudo estar en los laboratorios aplicando a la beca de investigación PEFI, beca de formación profesional brindada por la UNSAM para estudiantes de grado que quieran integrarse a proyectos de investigación, desarrollo e innovación.

Así logró acceder como estudiante investigadora al Laboratorio de Biomateriales, Biomecánica y Bioinstrumentación (Lab3Bio), que pertenece a ITECA, CONICET-UNSAM y donde trabajan diversos investigadores del CONICET en Ciencia aplicada a la Salud. Allí, Camila se unió a una línea de investigación que trabaja con andamios óseos: “Pueden imaginarse como los andamios de una obra en construcción, similares a estructuras temporales que dan soporte”, detalla.

Cómo fue el desarrollo del proyecto

Para desarrollar su proyecto, mezcló dos líneas de investigación: una liderada por la Doctora Beatríz Aráoz, química especializada en polímeros aplicados a regeneración ósea; y otra por la Doctora Mercedes Pérez Recalde, bióloga con amplios conocimientos en extractos de plantas con beneficios terapéuticos: “De esta conjunción nace el proyecto en el cual fui parte que combina la aplicación del polímero PHBV procesado por impresión 3D para fabricar andamios (prótesis) para hueso con un tratamiento antimicrobiano por acción del aceite esencial de lavanda”, puntualiza.

En el caso de su proyecto, son diseños 3D porosos fabricados con biomateriales donde las células pueden adherirse, crecer y formar nuevo tejido óseo. Con el tiempo, esos ‘andamios’ se degradan y son absorbidos por el cuerpo, dejando en su lugar hueso regenerado: “Además de su aplicación en defectos óseos, este tipo de ‘andamios’ tiene potencial en otros tejidos, como piel o cartílago, lo que abre muchas puertas para la medicina regenerativa”, cuenta ilusionada.

Todo lo aprendido fue gracias a la educación pública y no lo ignora: “En Argentina hay talento, creatividad y una fuerte vocación por generar soluciones reales que mejoren la calidad de vida; para aprovechar todo eso y poder transformar la ciencia en proyectos concretos que impacten la vida real es indispensable brindar condiciones adecuadas, se necesita inversión, apoyo y continuidad. La financiación pública es clave para que el país pueda desarrollar investigación de calidad, generar conocimiento propio y ser competitivo a nivel global”.  Además, menciona el papel que cree tienen la ciencia y la tecnología en un país: “Son pilares fundamentales para el desarrollo y la soberanía. Hacer ciencia no es algo que se logre de un día para el otro. Si no se da ese respaldo es muy difícil sostenerlo, y muchas veces eso termina en que los profesionales se vayan a otros países a buscar oportunidades”.

Si bien toda su carrera puede sonar estructurada, Camila destaca la parte ‘divertida’: “Es impredecible, me encanta esa sensación de vértigo de no saber exactamente hacia dónde va a ir mi camino profesional, porque sé que las posibilidades son enormes y muchas todavía ni me las imagino”.

A sus 26 años, Camila sigue viviendo en la Ciudad de Buenos Aires y continúa siendo igual de curiosa; la diferencia es que actualmente su tesis fue premiada como la mejor de ingeniería entre casi 100 ingenieros de todo el país: “Fue un orgullo y un honor insuperable”, rememora a la vez que agrega: “Sentí una mezcla de emociones, fue una validación del trabajo de excelencia que se realiza en el Lab3Bio, un espacio donde se vive la ciencia en equipo y con compromiso. Que una institución tan prestigiosa como el Centro Argentino de Ingenieros (CAI), con más de 130 años de historia, reconozca un proyecto de esta área es un gran paso. La ingeniería biomédica es una disciplina relativamente joven pero con un crecimiento exponencial y ocupar estos espacios refuerza su relevancia”.

Su trabajo impacta en la medicina porque tiene un gran potencial de aplicación clínica: “Las infecciones postoperatorias siguen siendo una de las principales complicaciones quirúrgicas”, comenta y suma: “Un biomaterial impreso en 3D no solo es biocompatible y reabsorbible, sino que incorpora agentes antimicrobianos naturales para prevenir infecciones. El objetivo es reducir complicaciones, evitar reintervenciones y mejorar la integración con el tejido óseo, aportando a una medicina más segura y eficaz”.

A pesar de ser joven y de que su carrera está en pleno ascenso, Camila aún no puede creer todo lo que logró: “Nunca habría podido imaginar que iba a investigar ‘huesitos impresos en 3D’, trabajar en quirófano con neurocirujanos o interactuar directamente con pacientes con patologías motoras”. Es en parte lo que la lleva a alentar a otros a que se adentren en este tipo de procesos científicos: “Que se animen. Es desafiante pero con un abanico enorme de oportunidades y cuando encontrás tu lugar, todo ese esfuerzo tiene muchísimo sentido”, cierra.