Menstruar no es una elección y 12 millones de personas lo hacen en Argentina: el lado B de la eliminación del programa, mientras las toallitas aumentan un 81%

El gobierno eliminó Menstruar, el programa que garantizaba el acceso a productos de gestión menstrual. Mientras las toallitas aumentan de forma interanual un 81%, distintos expertos coinciden en que su falta de acceso genera consecuencias a nivel económico, pero también social y, que, lejos de ser algo "ideológico", se trata de una cuestión de salud pública.

24 de mayo, 2025 | 19.00

El plan de ajuste del gobierno nacional contra las políticas sociales sigue avanzando y en los últimos días la motosierra cayó sobre 13 programas que estaban orientados a prevenir la violencia de género, acompañar a las víctimas, y reducir las desigualdades. El primero en la lista de desmantelamientos fue MenstruAr, un programa nacido en 2022 desde el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación, cuyo objetivo principal era garantizar el acceso a productos de gestión menstrual y condiciones sanitarias, promover la equidad, y reducir las desigualdades sociales y económicas asociadas a la menstruación. Para ello, el Estado Nacional gestionaba la distribución de diferentes productos como toallitas, tampones y copas menstruales de manera gratuita, especialmente en contextos de vulnerabilidad social, entendiendo que la menstruación no debe ser un factor de exclusión, vergüenza o desventaja económica para las personas  gestantes.

El argumento esgrimido por el ministro de Justicia Mariano Cúneo Libarona para justificar la eliminación fue que se trataba de programas “ideológicos” que habían sido “creados por el kirchnerismo”. Particularmente sobre MenstruAr sostuvo que el plan resultaba “insólito”, desconociendo que son casi 12 millones las personas que menstrúan en Argentina, y que, por el contrario, en el mundo cada vez más países como Escocia, Canadá, Nueva Zelanda, India, Francia, o algunas zonas de Estados Unidos, han comenzado a distribuir productos de higiene menstrual bajo una mirada de derechos humanos, salud pública e igualdad de género.

En medio de la crisis económica que transita la Argentina, las inflación sostenida, y la falta de políticas públicas, la eliminación de MenstruAr es un nuevo paso hacia la profundización de la desigualdad económica y de género, teniendo en cuenta el alto costo económico que representa la menstruación para mujeres, niñas, adolescentes, y personas menstruantes, sobre todo en sectores de menores ingresos, cuyo poder adquisitivo se ha achicado considerablemente, y que además suelen ser víctimas de mayores niveles de informalidad laboral, desempleo, y violencias. 

Cuánto gastás por menstruar

Según el informe de Ecofeminita, basado en datos recolectados mediante el #MenstruScrapper en la plataforma Precios Claros, en marzo de 2025 en Argentina los costos anuales promedio son los siguientes: Toallitas: $78.356; Tampones: $100.562. Dichas cifras muestran un aumento interanual del 81% para las toallitas y del 56% para los tampones, y representan casi una tercera parte del salario mínimo, vital y móvil que es de $308.200.

El concepto de Pobreza menstrual nace para visibilizar el gasto adicional y la falta de acceso a productos y servicios de higiene elementales como toallitas, tampones, copas, analgésicos, o ropa interior adecuada, que afecta principalmente a personas de sectores de bajos ingresos, barrios populares, zonas rurales o comunidades indígenas, quienes en muchos casos dejan de realizar actividades sociales vinculadas a la educación o el trabajo, o son forzadas a utilizar productos inadecuados, anti higiénicos, y peligrosos para para la salud. 

La sexóloga, activista y docente con perspectiva de derechos humanos, Carolina Meloni, explica que menstruar es costoso no solamente en términos económicos, sino también simbólicos, emocionales y sociales: ”Para quienes viven en contextos de vulnerabilidad —infancias, adolescencias y personas adultas— acceder a productos de gestión menstrual es muchas veces un privilegio. Y no hablamos solo de toallitas, copitas, tampones, sino de agua potable, condiciones de higiene, espacios privados, educación sexual y tiempo”. 

En este sentido advierte que en los sectores vulnerados el impacto es integral y afecta la educación, la salud, la autoestima, la autonomía y el ejercicio del placer. En términos concretos la falta de acceso se puede traducir en vergüenza, ausentismo escolar o laboral, estigmatización, y en algunos casos una mayor probabilidad de irritaciones e infecciones genitales: “Muchas personas dejan de ir a la escuela, a actividades comunitarias o al trabajo porque no tienen cómo gestionar su menstruación de forma segura y digna. Otras se sienten en falta con su propio cuerpo, viven el ciclo como una carga o una vergüenza. Se posterga el acceso a la información, al cuidado, al conocimiento, a decisiones informadas - señala la Creadora del Proyecto Chornia y agrega - y cuando además se es una persona trans, no binarie o intersex que menstrua, la violencia y el abandono se profundizan por la invisibilidad estructural”.

Por su parte la psicopedagoga Lucía Manusovich, y Especialista en estudios de género, afirma que la imposibilidad de acceder a los productos de gestión menstrual puede conducir al ausentismo condenando a niñas, adolescentes o mujeres a tener menos oportunidades o espacios, situación que “afecta obviamente el desarrollo de sus carreras, de su cotidianeidad y eso genera una mayor brecha de desigualdad”; y al mismo tiempo las “obliga a usar métodos que pueden llegar a ser insalubres o inseguros, como por ejemplo trapos o algodones, y demás, que puede generar infecciones urinarias o vaginales”. 

Asimismo añade que, en tanto la menstruación sigue siendo un tabú, se refuerzan la discriminación y los mecanismos de exclusión. Desde esa perspectiva asegura que “la falta de educación, la desinformación en relación al ciclo menstrual y la salud reproductiva, profundizan la brecha de desigualdad en relación al conocimiento y las estrategias para poder cuidar los ciclos, perpetúa estigmas, y dificulta que las personas puedan ejercer el autocuidado”.

A propósito de la decisión del gobierno nacional de suprimir el programa junto con otros en materia de género, la psicopedagoga subraya que representa un grave retroceso en materia de derechos: “Lo que hacía este programa era promover la equidad, porque reducía las brechas de género al fomentar y fortalecer las políticas de estado que garantizaban el acceso a estos productos menstruales. No es un gasto superfluo, es clave para poder fomentar la educación, el trabajo, acompañar las trayectorias vitales de las personas menstruantes”. 

Ambas profesionales coinciden que catalogar al programa como ideológico ignora que la menstruación es un tema de salud pública y derechos humanos. “La menstruación tiene que abordarse como un derecho humano. Para nada es una cuestión ideologizada, sino que es ideológica, por supuesto, pero no con el sesgo estigmatizante de lo que hoy se conoce como ideología de género, sino abordada desde la justicia social - enuncia Manusovich - menstruar no es una elección, es un proceso biológico, atravesado por cuestiones socioculturales, que requiere condiciones sanitarias adecuadas que deben estar garantizadas. La postura del ministro Cúneo Libarona refleja una mirada totalmente sesgada que desconoce las realidades materiales de millones de personas, en su mayoría mujeres, pero también de otras identidades como por ejemplo varones trans o personas no binarias”.

La sexóloga, por su parte, también defiende la "ideología" que sostenía el plan MenstruAr basada en los derechos humanos, la justicia menstrual y la salud como derecho, “no como mercancía”. “Es urgente nombrar la menstruación como un asunto ideológico, político, económico y social. Y es urgente hacerlo si queremos dejar de tratar el tema como si fuera una cuestión privada o exclusivamente ’femenina’”, aclara.

A la hora de tomar decisiones políticas no existe la neutralidad ya que en la gestión intervienen ideas, creencias y valores que permiten interpretar el mundo y actuar sobre él. “Toda decisión política, económica o sanitaria está atravesada por una ideología. Llamar ’ideológico’ un programa que garantiza derechos es una manera de disfrazar como técnica o neutral la violencia de desfinanciar políticas públicas. La verdadera ideología peligrosa es la que se esconde detrás del discurso del recorte y la meritocracia -analiza Meloni- Justamente la eliminación del Programa Menstruar no es una medida neutral, es una decisión profundamente ideológica, que forma parte de un proyecto que busca borrar del mapa las políticas públicas con enfoque de género, de derechos y de justicia social. Lo verdaderamente ideológico es censurar, invisibilizar y desfinanciar lo que nos permite vivir con dignidad”.

Frente al discurso oficial que justifica los recortes por considerarlos gastos innecesarios, la Directora del primer curso de sexología desde un posicionamiento político sostiene que en realidad lo que hacen es jerarquizar derechos y reproducir una idea falsa de escasez. “Si una persona no puede ir a la escuela porque no tiene con qué gestionar su sangrado, ve afectado su derecho a la educación; si se expone a condiciones indignas o peligrosas, está en juego su salud; y si tiene que elegir entre comer o comprar toallitas, hablamos claramente de alimentación. La justicia menstrual no compite con otros derechos. Los complementa”.