“Nosotras nos hicimos feministas, pero ahora hay pibas que nacieron feministas; ese es el cambio de época que inauguró Ni Una Menos en 2015”, dice Estela Díaz, ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad de la provincia de Buenos Aires, institución que gestiona desde su creación en 2019. Lo dice confiada en que la famosa batalla cultural de la que se jacta el gobierno de Javier Milei, no puede revertir ese proceso que cambió tanto los vínculos como las relaciones sociales. “Nos usan para generar escándalos todos los días, después nos dejan un rato tranquilas a feministas y personas LGBTIQ+ y se agarran con los periodistas, y después con científicos y científicas, y así…”, enumeró.
La desfinanciación de los programas y políticas de género, el vaciamiento tanto como la anulación por decreto de estas herramientas, afecta directamente a la vida de personas concretas y Díaz lo sabe bien. “Se ríen del programa MenstruAr pero lo cierto es que también en las emergencias, como la que sufrió Bahía Blanca, los ciclos vitales no se detienen y los insumos se necesitan”.
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La funcionaria fue protagonista del crecimiento del movimiento feminista: integrante de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal desde el inicio, secretaria de género de la CTA cuando se fraguaron las huelgas feministas; desde esa experiencia, hace balance de estos 10 años desde el 3 de junio de 2015 cuando la consigna Ni Una Menos fue una conmoción social.
Antes y después de las elecciones en la Ciudad de Buenos Aires, volvieron los discursos anti feministas en boca del Presidente y sus comunicadores o asesores. ¿Cómo interpretás esta virulencia?
Estela Díaz: ¡Además la terrible provocación de llamar al plan del nuevo blanqueo “Tus dólares, tu decisión”! No hay casualidad eso, toman terminología bien nuestra, de la historia compartida por los Derechos Humanos y las luchas feministas. La reparación histórica tiene que ver con los delitos de lesa humanidad, también con la población travesti-trans vulnerada a través de la violencia institucional y el derecho a decidir sobre el cuerpo. Para lo único que ofrecen decisión es frente al dinero, pero imponen cada vez más control sobre los cuerpos. “Mi cuerpo, mi decisión” es una consigna que viene de la lucha colectiva.
¿A quiénes crees que les hablan con estas bravuconadas o ironías?
ED: Yo creo que ellos tienen una estrategia de generar sistemáticamente escándalos en el espacio público y violencia y ataque a sectores determinados. Es como la caja de herramientas con la que disparan a los periodistas, a la cultura, a los jubilados todos los miércoles. A la agenda feminista la dejaron descansar un poquito, pero la tienen en carpeta y arrancan en el momento en que tienen que sacar el foco un rato de los periodistas. Entonces aparece (Mariano) Cúneo Libarona con el decreto que disuelve programas de asistencia a mujeres y diversidades, después (Manuel) Adorni hace esta provocación con el nombre de este programa que es un disparate, que favorece el narcotráfico y sacan el foco de ahí para atacar la simbología de algo que ha sido una lucha emancipatoria, colectiva, de politización de las juventudes. Quieren arrasar, fáctica y simbólicamente.
Pero ¿quiénes crees que escuchan este mensaje? ¿Está hecho para que las feministas respondan?
ED: La hipótesis que yo tengo, por lo que veo en los territorios, es que esto no es para ganar votantes nuevos. Yo viajo mucho por toda la provincia de Buenos Aires, por localidades de muy diversa dimensión, desde pueblitos pequeños a grandes centros urbanos, y no noto rechazo frente a las políticas de género y de diversidad sexual, al contrario. Tenemos demanda, pedidos de que se amplíen, las actividades a las que vamos son concurridas, participativas. Creo que el mileísmo sigue alentando su minoría intensa, le dan fuego al hit. Es una estrategia comunicacional que además la han importado, la derecha italiana también la usa, por ejemplo. Que no nos extrañe que, como estamos muy cerca del 3 de junio, a 10 años del primer Ni Una Menos, vuelvan a insistir con una agenda legislativa de sacar la figura del femicidio. Incluso están ensayando cómo les resulta en las estadísticas sus referencias al aborto. Y no les estarían dando bien, se puede revisar en las consultoras que trabajan temáticas sociales como Zuban Córdoba y Asociados o el Cedes, que hizo un sondeo muy amplio sobre el rol del Estado y el apoyo a las políticas de salud sexual y reproductiva.
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Ahora, sus ataques al sector que eligen son siempre coordinados. En la proximidad de los 10 años al gigantesco grito Ni Una Menos, Patricia Bullrich también tuiteó algo muy significativo diciendo que es la mano dura la que baja “los homicidios de mujeres”.
ED: Miente y descontextualiza la información. Los informes de femicidios los hace el Ministerio Público Fiscal, la Procuración, que hace un reporte anual y esa información se la da a la OVD -Oficina de Violencia Doméstica- de la Corte Suprema de la Nación, que es la que lleva ese registro. Pero en los homicidios hay distintas fuentes de información. Y ésta de la que ellos hablan, la proveen los ministerios de seguridad de las provincias.
Para hacer un análisis de la característica que está haciendo Bullrich, tenés que tener una mesa que trabaje, que pondere toda la información. Y eso está lejos de ser comprobado. Es cierto que en la última década hay una reducción de los homicidios en general. Y si se reducen, es por la incidencia de las provincias. Porque las que llevan adelante y son responsables de la política de seguridad, son las provincias, no la Nación. Nación solo participa en el caso de delitos federales.
De lo que estaríamos hablando entonces es que las provincias siguen trabajando y haciéndose cargo de lo que Nación no hace. Ellos dicen también: "Hay menos denuncias de abuso sexual". Bueno, puede ser que haya desaliento en las denuncias a través de leyes como la que propuso Cúneo Libarona sobre las denuncias falsas.
Como si no hubiera ya mecanismos y figuras en la Justicia para sancionar denuncias falsas -el falso testimonio, por ejemplo-.
ED: Pero el mensaje que se está dando desde Nación es que las denuncias no van a ser escuchadas. Ahora, hay provincias que seguimos sosteniendo las políticas públicas en materia de género y diversidades. Provincias que son aliadas al gobierno nacional, pero que se plantaron: "Miren, ustedes están negando la violencia de género y nosotros la estamos atendiendo”.
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¿En qué marco? ¿Cuál provincia?
ED: En el Consejo Federal de Derechos Humanos y Mujeres y Diversidad el año pasado. Ahí Corrientes se paró y le dijo a Alberto Baños, que era secretario de Derechos Humanos y conducía la reunión: "Usted sabe lo que es el patriarcado y cuando se habla de violencia de género, ¿qué significa? Porque dicen que hay una ficción con respecto al género pero la violencia contra las mujeres es un problema de grandes dimensiones y los atendemos las provincias, ustedes se borraron”.
En esa oportunidad presentamos una declaración conjunta las 23 provincias más la Ciudad de Buenos Aires diciendo: "La violencia de género existe, los femicidios son una realidad y nosotros necesitamos explicación y continuidad de las políticas de Nación".
¿Este año se reunió el Consejo?
ED: Este año volvimos a presentar una nota con un pedido de información a raíz de la modificación de la Ley de Identidad de Género por decreto y te diría que la respuesta a ese pedido de reunión fue el anuncio del ministro de Justicia cerrando todas las políticas públicas relacionadas con las mujeres y las diversidades sexuales, con el acompañamiento y la prevención de la violencia por razones de género.
De todos modos, la provincia es otra cosa. Este Ministerio (de Mujeres y Diversidad) es muy nuevo en términos de política estatal, tiene cinco años y medio. Pero cuando llegamos, en 2019, habían 65 áreas de género municipales y ahora hay 133 de 135 municipios; es importante fortalecerlas. Seguir sosteniendo las políticas públicas, no eliminarlas. El año pasado recibimos más de 200 mil denuncias en el marco de la Ley 12.569 de violencia doméstica familiar, que es la que rige esta temática en la provincia de Buenos Aires. Lo que venimos haciendo es mejorar los instrumentos, profundizar los ámbitos de llegada, estamos midiendo la demanda que antes no se medía.
¿Cuál es tu balance a 10 años de la primera movilización con la consigna Ni Una Menos?
ED: Yo subrayaría dos cuestiones en relación a eso. Una primera de contexto: Ni Una Menos nace en un contexto de ampliación de derechos. Nosotras veníamos de 12 años de conquistas de derechos, de Asignación Universal por Hijo (AUH), de moratoria previsional, de ley integral de violencia, de 10 años del programa de salud reproductiva. La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito cumplía 10 años en 2015; habíamos conseguido el matrimonio igualitario, la Ley de Identidad de Género. Había 5 millones de puestos de trabajo formal, los planes sociales eran mínimos -no llegaban a 200 mil beneficiarios-, teníamos programas de formación como el Ellas Hacen que apuntaba al trabajo para mujeres que salían de situaciones de violencia.
En ese escenario político y social salimos a decir, además queremos que se profundice, que se trabaje sobre cuáles son las razones patriarcales de este tipo de violencia. Pedimos que se mejore el abordaje, el registro de casos… Y fue un momento bisagra por la masividad. Nos plantamos frente a la sociedad como un movimiento de masas, no estábamos hablando de unos cuantas privilegiadas, no era un tema marginal sino de mayorías y eso conmocionó a nuestra sociedad. Después se completa con los paros internacionales de mujeres.
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En ese momento vos eras la secretaría de género de la CTA de lxs Trabajadores, fuiste una aliada muy importante para la construcción de las huelgas feministas, igual que otras compañeras sindicalistas.
ED: Yo era la secretaria desde que nace la Campaña (Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito) en 2005. Pero sí, la articulación del feminismo sindical para los paros fue muy importante hacia adentro también. Después empezamos a hablar de la deuda con las mujeres, creció la marea verde incluso en un contexto de gobierno neoliberal.
También es cierto que tener enfrente el gobierno de Mauricio Macri, que ya empezó a menoscabar a los derechos humanos -hablando de “curro”-, intentó la reforma previsional, ir contra derechos laborales, incrementó la deuda. Todo eso aglutinó ese movimiento de masas feminista ¿no?
ED: Yo comparto eso porque el movimiento para mí conmocionó el sentido común más machista con el que se convivía. A partir de ahí, no solo discutimos la violencia de género de la más extrema, que son los femicidios, sino también las relaciones domésticas en cuanto al reparto de los trabajos de cuidado. Y después las inequidades en el deporte, en la política, en los medios de comunicación, entre artistas… Llegó a transformar los vínculos interpersonales en todos los sectores, niveles y ámbitos.
A mí me gusta mucho una imagen: Nosotras, nuestra generación, nos hacíamos feministas ¿verdad? Teníamos militancia social, política, sindical, y nos íbamos haciendo feministas. Pero desde hace 10 años, se instaló una época en la que las pibas nacen feministas. Es un cambio de época.
Y sin embargo estamos ahora en este contexto en el que usan al movimiento feminista de blanco de ataque, promueven el fascismo social…
ED: Sí, estamos en un momento regresivo, conservador, fascista. Con esos componentes de los que dio cuenta la movilización del 1F: desde el gobierno promueven la aniquilación de quién piensa distinto y su agenda es viva el dólar y controlemos el cuerpo de las mujeres. Dólar libre con vientres controlados.
Y la represión en la calle para controlar a todos los cuerpos.
ED: El autoritarismo, por supuesto, la represión de la protesta. Honestamente, a 10 años del primer Ni Una Menos, cuando para nosotras era muy importante conmover ese sentido patriarcal tan fuerte en muchos vínculos y relaciones sociales, hoy necesitamos en cambio dialogar porque este sistema de privilegios para muy pocos, que es también profundamente patriarcal, ataca en todos los sectores: a los jubilados, a trabajadores y trabajadoras, a lesbianas, travestis, gays, trans, a la representación sindical, a los derechos humanos; me parece que la articulación de las luchas es la demanda del momento, la más urgente.
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¿Cómo crees que se puede contagiar esa rebeldía alegre de los feminismos callejeros, populares, también a los varones? ¿Los feminismos tienen en sus modos de hacer política la posibilidad de convocar y articular con otros sectores?
ED: A mí me parece que hay que ir en esa clave de lo que convocó el 1 de febrero. Cuando se encuentra el planteo de que es una marcha antifascista y antirracista se rompen las fronteras y los corralitos, porque el llamado fue desde la comunidad LGBT+ pero abierto a todos y todas y vinieron todos y todas, incluso las dirigencias políticas. Y de hecho fue global, una vez más, como fue el Ni Una Menos que nos repuso en el diálogo internacional porque es un lema que se usó en otras partes. Creo que estamos frente al necesidad de una defensa democrática que se plante y diga que las personas importamos, que nadie sobra. Ahí es donde tenemos que encontrar la clave y decirle a esos pibes, varones jóvenes, en los que estas derechas lograron alojar el enojo que las feministas no somos sus enemigas sino que el enemigo es este sistema de desigualdad que también los denigra a ellos.
Los feminismos ponen la vida en el centro, buscan la igualdad, la idea de cuidado como un sentido político capaz de enfrentar la política del descarte. Eso es lo que tenemos que seguir construyendo y tiene que ser con los varones también.