La noticia de la muerte del Papa Francisco conmovió profundamente al mundo. Este 21 de abril, el Sumo Pontífice falleció a los 88 años en su residencia de Santa Marta, en el Vaticano. La Iglesia Católica despide a uno de sus líderes más queridos, cuyo pontificado marcó una era por su humildad, cercanía y constante lucha contra la desigualdad social.
El anuncio fue realizado por el cardenal Kevin Farrell, camerlengo de la Santa Sede, quien comunicó el deceso a las 7:35 de la mañana: “El Obispo de Roma, Francisco, regresó a la casa del Padre”. Sus palabras destacaron la entrega total del Papa al servicio de la Iglesia y de los más desfavorecidos. A lo largo de su vida, Jorge Bergoglio demostró una vocación inquebrantable, siendo recordado por su ejemplo de amor, fe y compromiso con los valores del Evangelio.
El calzado papal, una tradición a la que Francisco nunca adhirió
Entre los muchos gestos que definieron su personalidad, uno de los más simbólicos fue su elección de calzado. Mientras que los papas anteriores solían vestir zapatos rojos como parte del atuendo papal tradicional, Francisco optó por unos zapatos negros sencillos. Este detalle, aunque menor en apariencia, reveló mucho sobre su visión del papado y su deseo de marcar un estilo propio, alejado de los ornamentos del poder.
Desde su llegada al Vaticano en 2013, el Papa Francisco mantuvo la costumbre de usar el mismo tipo de calzado que había utilizado durante años en Buenos Aires. Se trataba de zapatos negros comunes, fabricados por su zapatero de confianza en Argentina. Esta elección contrastó fuertemente con los tradicionales zapatos rojos, que tienen un simbolismo arraigado en la historia de la Iglesia: representan la sangre de los mártires y la disposición del Papa a seguir a Cristo hasta el sacrificio.
Sin embargo, Francisco consideró que ese simbolismo podía ser igualmente honrado desde la sobriedad. Su calzado negro se convirtió en un emblema de su estilo papal: austero, sencillo y profundamente humano. Este gesto, sumado a su negativa a vivir en los lujosos apartamentos papales y su preferencia por la residencia de Santa Marta, reforzó su imagen de pastor cercano, más preocupado por el sufrimiento del prójimo que por las formalidades del cargo.
La decisión de prescindir de los zapatos rojos no fue solo estética, sino profundamente ideológica. Para Francisco, el poder en la Iglesia debía expresarse en forma de servicio, y no como signo de grandeza o distinción. A través de su vestimenta, el Papa transmitió un mensaje potente: el Evangelio se vive desde la humildad. En tiempos en que la Iglesia buscaba reconectar con su base y recuperar credibilidad, estos gestos fueron clave para que millones de fieles volvieran a mirarla con esperanza.
Hoy, al recordarlo, sus frases siguen dando la vuelta al mundo, pero también lo hacen sus actos. Desde los zapatos que eligió hasta la forma en que caminó con ellos, Francisco dejó huella no solo en la historia del papado, sino también en el corazón de quienes anhelaban una Iglesia más cercana, más sencilla y más comprometida con los que más sufren.